—Eso suena genial, Emir —respondió automáticamente, sin haber registrado realmente lo que su hermano acababa de decir—. Pero ya es muy tarde y tengo mucho sueño. Fingió un bostezo, cubriendo su boca con la mano en un gesto exagerado que esperaba fuera convincente. —Mañana tenemos que hablar con la señora Soraya—añadió. El adolescente hizo una pausa en su relato, considerando las palabras de su hermana. Finalmente, asintió a regañadientes. —Tienes razón —concedió, acomodándose en la cama—. Buenas noches, Nina. Para su sorpresa y alivio, apenas pasaron unos minutos antes de que la respiración de Emir se volviera profunda y regular. Exhausta por el día pero electrizada por la anticipación, Nina esperó un poco más, asegurándose de que su hermano estuviera realmente dormido. —¿Emir? ¿Emir

