—¿Te sientes... nerviosa? —preguntó Salomón, percibiendo su vacilación. Su voz flotaba en la oscuridad como una caricia sonora. Nina podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, a apenas unos centímetros del suyo. El aroma masculino a perfume barato la envolvía y a ella le encantaba pero Salomón bajo su fachada debía usarlo o si no, podría descubrirlo. —Sí, un poco —admitió, con una honestidad que la sorprendió a ella misma—. Pero no se preocupe, no... soy una primeriza, como sabrá jaja. Su risa nerviosa traicionaba su intento de parecer segura. En la escasa luz que se filtraba por la ventana, apenas podía distinguir la silueta poderosa de Ahmed. La oscuridad ocultaba detalles, pero revelaba lo esencial: un hombre grande, de hombros anchos y cintura estrecha, vistiendo únicamente rop

