—A lo mejor debe estar ocupado —comentó, intentando ocultar la punzada de inquietud que sentía.
Y en efecto, Salomón Al-Sharif estaba ocupado. En ese preciso momento, se encontraba en una junta ejecutiva en el piso 48 de su edificio corporativo. Vestido impecablemente con un traje hecho a medida, presidía una mesa de caoba lustrada rodeado de ejecutivos que pendían de cada una de sus palabras. Ya no cojeaba tanto, gracias a la intervención de un médico privado que había atendido sus dedos lastimados con un calmante de última generación.
Mientras tanto, Nina, repasando mentalmente sus contactos, recordó súbitamente que había perdido la información de la señora Khadija, aquella mujer amable que le había ofrecido amistad y que la había defendido de Salomón sin conocerla.
—Oye, ¿y si vamos
