Sin preámbulos, sus manos grandes y suaves por su vida privilegiada enmarcaron el rostro de Nina. Inclinó la cabeza, y sus labios encontraron los de ella en un beso que comenzó con una suavidad desconcertante. La primera caricia fue un roce ligero, con sus labios cálidos y apenas húmedos rozando los de Nina con una lentitud deliberada, como si quisiera memorizar su contorno.
Esa suavidad, sin embargo, duró apenas un instante. Los labios de Salomón se presionaron con más firmeza, abriendo los de Nina con una mezcla de paciencia y autoridad. Su lengua se aventuró, primero como un roce tentativo, apenas rozando la entrada de su boca. Nina cedió, entreabriendo los labios con un suspiro apenas audible, él profundizó el beso con una intensidad controlada. Su lengua exploró con audacia, deslizán
