En ese instante, Hassan abrió sus ojos con expresión incrédula, con las cejas levantadas casi hasta la línea del cabello mientras procesaba la declaración de Salomón. ―¿Tan rápido quieres embarazarla? ―la pregunta flotó en el aire climatizado del jet privado como una acusación velada. ―Sí ―respondió Salomón sin un ápice de duda, con su voz profunda resonando con determinación implacable. Hassan, reclinándose en su asiento de cuero fino, esbozó una sonrisa sardónica que iluminó su rostro con malicia conocedora. Sus ojos brillaban con entendimiento, sabía que su amigo estaba ya más que loco por esa mujer, y no podía evitarlo. ―Por lo de las tierras de petróleo ―dijo, haciéndose el inocente. ―Obvio. ¿Por qué más iba a querer embarazarla? ―replicó Salomón haciéndose el frio y el indifere

