Soraya respondió con una sonrisa perfectamente calibrada, con sus ojos permaneciendo fríos y calculadores mientras observaba a la joven.
—De nada, querida. Como te dije, las mujeres debemos cuidarnos entre nosotras —respondió, saboreando la ironía de sus propias palabras.
El sol se había ocultado completamente tras el horizonte cuando Nina salió del despacho, dejando a Soraya contemplando la oscuridad creciente a través de sus ventanales. La mujer tomó una copa de cristal tallado y se sirvió un dedo de whisky escocés añejado por tres décadas, un pequeño brindis silencioso por una jugada magistralmente ejecutada.
―Espero que Salomón no resuelva ese problema con los saudíes, no creo que lo logre jajaja. Y esta idiota… ató su soga al cuello.
Arabia saudita, 8:00 pm..
La noche había caído
