—Hablaré personalmente con el príncipe esta noche —aseguró Al-Otaibi, cerrando su carpeta—. Y debo decir que mis recomendaciones serán... considerablemente más favorables de lo que anticipaba esta mañana. —Excelente —respondió Salomón—. Entonces, ¿brindamos por el futuro? —propuso, levantando su taza de té. Los jeques alzaron sus tazas en respuesta, ahora convertidos de escépticos adversarios en entusiastas aliados, cautivados por la red de encanto y estrategia que Salomón había tejido meticulosamente a su alrededor. La victoria estaba casi asegurada, y pronto podría volver a Dubái, a sus verdaderos planes, a Nina. Horas más tarde, en Dubái… Después de su reunión con amigos y celebridades del mundo árabe, Soraya paseaba frenéticamente por su despacho privado, con la sedosa abaya n£gra

