—Jajajaja —la risa triunfal de Hassan llenó el automóvil mientras observaba a su poderoso amigo caer tan fácilmente en su trampa. La vergüenza de haber sido engañado, mezclada con la frustración de su propia vulnerabilidad expuesta, hicieron que algo estallara dentro de Salomón. Con la agilidad de un depredador, se lanzó hacia adelante, sus manos encontrando el cuello de Hassan. Sus dedos se cerraron alrededor de la garganta de su amigo, aunque ambos sabían que no aplicaría suficiente presión para causar daño real. —Jajajaja —logró articular Hassan entre respiraciones entrecortadas—, si me matas, ya no tendrás con quien desahogarte. Pero no, Nina no había salido, aun estaba dentro del hospital, reencontrándose con Emir. El adolescente estaba sentado en una de las elegantes sillas de la

