Minutos más tarde…
En el interior del Rolls-Royce, el tono agudo de una llamada entrante rompió aquella quietud artificial. Salomón, con un gesto casi imperceptible de su dedo índice, activó el sistema de cambiador de voz.
―Habla.
—Señor—la voz de Karim, distorsionada ligeramente por la conexión, llenó el espacio con una deferencia que rozaba la devoción religiosa—, cuando usted nos dé la orden, haremos la explosión. Ya todo será como si fuera una fuga de gas.
Hassan, al volante, mantuvo su expresión impasible, pero sus ojos, visibles en el espejo retrovisor, se encontraron brevemente con los de Salomón.
—Hazla ya —ordenó a través del distorsionador de voz, cada sílaba calibrada para eliminar cualquier rastro de identidad—. Tú sabes que me gusta hacer todo a la luz del día. Espero qu
