―Sé más grosera―ordenó él, con su voz cortante como un látigo.
Enseguida, el hombre alzó la mano y le dio otra nalgada brutal, con el chasquido resonando como un disparo en la habitación. El culo de ella, redondo y falso, tembló bajo el impacto, la piel enrojeciéndose al instante. Sus dedos se hundieron después en la carne blanda con una fuerza salvaje, apretando hasta que sintió los implantes de silicona, duros y antinaturales, bajo la piel estirada y tensa como tambor. La textura lo excitaba y lo repelía a partes iguales.
―Ah, mierda, me encanta este puto culo falso ―gruñó él, con su voz ronca de deseo. No le gustaba del todo esa artificialidad, pero ya estaba acostumbrado después de follarse a tantas mujeres con cuerpos tuneados. Su gran miembr0 palpitaba con fuerza, atrapada en el pa
