Nina y Emir caminaban por la avenida principal, bordeada de palmeras perfectamente alineadas que se mecían suavemente bajo la brisa matutina. El sol de Dubái ya empezaba a mostrar su fuerza, haciendo que pequeñas gotas de sudor se formaran en la frente de ambos.
A medida que avanzaban, miraron aquellas construcciones cada vez más imponentes.
—Creo que es por aquí —murmuró Nina, consultando nuevamente el papel arrugado en su mano, donde había anotado la dirección con letra apresurada—. Debe estar en la siguiente cuadra.
Doblaron en la esquina y de repente se detuvieron, impresionados. Frente a ellos se alzaba una estructura colosal: la torre Al Sharif Developments. El edificio se elevaba hacia el cielo como una aguja de cristal y acero, reflejando la luz del sol en cada una de sus incon
