«Ese es el golpe de un hombre» Sus ojos se suavizaron visiblemente, y una chispa de solidaridad femenina, de entendimiento silencioso, cruzó su mirada. Luego observó a Emir, con su nariz hinchada. Por un instante, algo indefinible cruzó por sus ojos: una mezcla de reconocimiento, empatía y una determinación súbita que solo una mujer que ha vivido lo suficiente podría entender. —Gracias, querida —dijo con voz suave pero firme, tomando la toallita que Nina le ofrecía—. Eres muy amable. Mientras se limpiaba la mancha lo mejor que podía, la miraba de reojo, viendo más allá de la apariencia de Nina. —Ya, ya estoy bien —dijo con un tono de voz que, a diferencia de su posición social, carecía de arrogancia—. Estas cosas pasan en una ciudad donde todos corren sin mirar. Nina notó que el tono

