El corazón de Nina se aceleró sin control y un vacío en el estómago, como si cayera al abismo más profundo, la tomó por sorpresa al ver al hombre. Aquella sensación, mezclada entre miedo y algo indefinible que no conseguía nombrar, la invadió por completo al reconocer a Salomón. Igualmente él, con su imponente presencia, sintió un inexplicable estremecimiento ante aquella mujer de ojos café que lo miraba y sabía que había visto sus partes intimas. «¡Ay no, y yo que quería ser un fantasma invisible para que este hombre no me viera! ¡Salomón Al Sharif se llama!»― pensó Nina, sintiendo que su cuerpo se tensaba mientras sus dedos se aferraban protectoramente a los hombros de Emir. —¿Qué sucedió, jefe? —preguntó Khadija, con el respeto que siempre teñía su voz al dirigirse a Salomón. Sin emb

