Salomón, observando la escena con una mezcla de curiosidad y algo más que no se podía descifrar, intervino: —Esperemos que vengan los guardias para ver cuán decente es su hermano, señora, ya que mete tanto sus manos al fuego por él —giró su cabeza ligeramente y, con solo una mirada, dio una orden silenciosa a los guardias para que revisaran a Nina—. Su cartera. —¿Qué? —exclamó Nina, sorprendida y ofendida a partes iguales—. ¡Pero estuve con la señora! Salomón, mirándola con una arrogancia que parecía emanar de cada poro de su piel bronceada, se metió la mano en sus bolsillos y declaró: —Debo asegurarme. Detesto a la gente ladrona y deshonesta —dijo, con una doble moral que él mismo no parecía percibir—. A los delincuentes. Khadija, sintiendo que debía intervenir por un sentido de just

