El sol de mediodía caía implacable sobre las calles de Dubái mientras Nina y Emir caminaban tomados de la mano en dirección al banco. El cheque de 55.000 dirhams descansaba cuidadosamente doblado en un compartimento secreto de la cartera gastada de Nina, un pequeño bolsillo interior que había cosido ella misma con hilo una noche de insomnio, pensando precisamente en ocultar algo valioso de las manos avariciosas de Driztan. Sus pasos ligeros reflejaban la esperanza que había florecido inesperadamente en sus corazones. Emir saltaba ocasionalmente, incapaz de contener su entusiasmo, mientras Nina sonreía de una manera que hacía tiempo no lo hacía, con los ojos brillantes y las mejillas ligeramente sonrosadas. —Mira, Emir, ¿qué te parece si comemos ahí? —señaló Nina hacia una cafetería con g

