―Toma ―dijo Salomón, extendiendo los billetes hacia Nina con un gesto que no admitía negativa―. Para que puedan ir a Palm Jumeirah mañana. Los ojos de Nina se abrieron con sorpresa, brillando con una mezcla de desconcierto y cautela mientras miraba el dinero como si fuera algo peligroso. Instintivamente dio un paso atrás, con su cuerpo chocando suavemente contra la pared descascarada. Sacudió ligeramente la cabeza, llevando sus manos hacia atrás como si quisiera protegerse. ―No, no puedo aceptarlo ―respondió con voz suave pero firme, con su postura revelando una dignidad que la pobreza no había logrado arrebatarle―. Ya hizo suficiente por nosotros hoy, señor Ahmed. Bajo el tapabocas, los labios de Salomón se tensaron en una línea de frustración. «Ah, qué ridicula y tonta es»― se dijo m

