Había algo tierno y maternal en la forma en que sus manos se movían, sobre la cabeza de Emir con una delicadeza que contrastaba con la dureza que la vida le había impuesto. Dio un paso atrás para observar su trabajo y asintió con aprobación. —Te ves bien. Casi no te peinas—afirmó, con sus ojos brillando con orgullo maternal. ―No me importa mucho. Pero bueno tú también te vez bien—respondió él con una sonrisa tímida, notando cómo su hermana había logrado verse elegante a pesar de la simplicidad de su atuendo—. Ahora vámonos. Nina asintió y recogió su pequeño bolso desgastado. Dentro había guardado cuidadosamente los 300 dirhams que Ahmed le había dado la noche anterior, separando una parte para el transporte y otra, la mayor, envuelta en un pañuelo y escondida en un compartimiento secre

