El rancho era realmente espectacular, Laura estaba encantada con el lugar. No había tenido mucho contacto con los caballos, pero el establo estaba lleno de potros y acariciaba a cada uno de los cachorros. Al otro lado del establo había un gran potrero, con caballos sueltos y hombres cerca. Ninguno de ellos se acercó ni le habló, saludaron a Berta, para Laura solo un leve movimiento de cabeza. Estaba agradecida de que esos trabajadores no se acercaran a hablar, recordó con nostalgia que hace unos días le hubiera encantado sentarse bajo uno de esos árboles y hablar. Su madre estaba aterrorizada cuando hablaba con alguien en la calle, pero era automático. Amaba las conversaciones casuales, se sentía libre, pero hasta ese ataque le robó la paz, le quitó la paz y le devolvió el miedo y la sol

