Laura se encontraba saliendo de la universidad, ella adoraba el curso superior que hacía. El periodismo era su pasión desde la adolescencia. Más no fue fácil lograr entrar ahí, para hacerlo, ella tuvo que ir en contra de los deseos de su familia, pues por varias generaciones hijos y nietos de la familia Buarque ingresaban en el curso de administración.
La familia poseía una red de supermercados, de manera que saber administrar era obligatorio para ellos. Sin embargo, Laura deseaba ser libre, le encantaban las conversaciones que tenía con sus compañeros de curso, de los posibles descubrimientos con su futura profesión y del hecho de que muchos de sus compañeros de clases eran hijos de personas humildes que no tenían ni idea de quien realmente ella era. El apellido Buarque en aquella facultad no significaba nada.
Ella amaba a su familia, a pesar de que ellos eran exigentes y estrictos también. Su madre venía de una típica familia evangélica, de manera que crió a todas sus hijas frecuentando la Iglesia con vestidos decentes y cabellos largos. Su madre sembraba tanto terrorismo s****l que sus hermanas solo tuvieron contacto intimo con un hombre cuando ellos se tornaron sus respectivos maridos. Y Laura con 21 años se mantenía virgen, más había dado un beso casto- Ella sabía que los hombres la encontraban bonita, y a pesar de ser adulta aún tenía miedo de su madre y no era diferente de su padre. Como Diógenes Buarque era un hombre cerrado, no era una figura frecuente en la casa debido a su trabajo, con su voz contenida era un buen padre, sin embargo, el afecto no era su fuerte. Y una orden suya, sea en la casa o en el trabajo era seguida rígidamente al pie de la letra. Sus hijas le temían.
Laura podía ser obediente a sus padres, mas no era ciega ni sorda. Existía una cosa mala en su familia, incluso para empresarios del ramo alimenticio era mucho el movimiento de dinero y los susurros en el escritorio de su padre no se equivocaban, había algo fuera de la ley, pero Laura no sabía decir exactamente lo que era.
Ella era agradecida por la buena vida ya que nunca se había preocupado por dinero, pero sufría con reglas impuestas, y a pesar que eran estrictos con todas las hijas, ella era la que más sufría por ser vigilada todo el tiempo.
Su padre la golpeó en el rostro cuando decidió ir a la facultad. Estaba acostumbrada a los castigos, que mayormente era encerrarla en su habitación y prohibirle la cena durante una semana. Su padre no era un hombre de castigo físico, pero aquella vez él se había dejado llevar por la rabia. Laura no entendía por qué, ya que Magda y Carmen estudiaron sin grandes problemas, pero con ella fue una verdadera guerra,
sin embargo, ella no cedió, ya había cedido en muchas cosas, y a pesar de la presión lo consiguió.
Ya estaba en la facultad de periodismo y adoraba cada segundo.
Alguna vez cuando regresaba a casa le gustaba sentir el viento en el rostro, sobre todo en las épocas de frío.
Pero después de un ataque de furia de su padre por estar una noche sola ella empezó a usar su carro para ir todos los días a la facultad.
Después de una clase más, Laura se despidió de sus compañeros y se dirigió al estacionamiento. Al llegar se dio cuenta que su auto estaba con problemas, intento encenderlo varias veces, pero este no funcionaba. Todos sus amigos se habían ido ya para sus casas, su celular estaba descargado y hasta la secretaria de la facultad
había cerrado su oficina, no le quedó más opción que regresar a casa caminando.
Ella ya había pasado por esta situación varias veces, de manera que cerró su auto y se fue caminando, pensando que en la mañana lo resolvería pidiendo ayuda en el taller de su seguro. El movimiento en la calle era casi inexistente, pero ella no se preocupaba por eso, no hasta oír pasos caminando a sus espaldas, se detuvo un momento, miro a todos lados, pero no vio nada, pensó que todo aquello estaba en
su mente. Y cuando llegara a casa se reiría de su miedo sin fundamento.
Continúo caminando, pero la impresión de que alguien la seguía desapareció, y aún sin querer el miedo la dominó. Laura era de contextura pequeña, criada en un barrio muy seguro, sabía que no tenía ninguna oportunidad contra algún atacante, así fuese del sexo femenino, mucho menos si fuese un hombre. Ella al unir las pesas y darse cuenta que no era producto de su imaginación, hizo la única cosa que podía, comenzó a correr, tiró sus cosas en el piso y corrió aún más rápido. Pero luego fue jalada de los cabellos y cayó al piso. En ese momento odio sus cabellos que de largo le llegaba a la cintura, eran enrollados y rebeldes, por ese motivo siempre estaban sueltos.
Ella sintió el dolor recorrer todo su cuerpo con el impacto, y las lágrimas cegaron su visión ya poca por causa de la oscuridad, aun así, ella fue capaz de sentir la presencia de las personas a su alrededor.
- Por favor.
Ella sabía que probablemente no serviría de nada suplicar, pues alguien con la capacidad para atacar a una mujer no escucharía un pedido de clemencia. Pero era lo único que podía intentar para salvar su vida, pues su cartera había quedado en el piso y ella no llevaba nada de valor, solo un reloj que no costaba más de 70 dólares que le había regalado su madre después de haber ganado un concurso de ballet. Su teléfono ya estaba deteriorado y agrietado debido a las constantes caídas. Ella solo se percató que esto no se trataba de solo un asalto cuando sintió unas manos en sus senos. Ella gritó por ayuda, pero sus gritos fueron silenciados por unas enormes manos. Nunca se imaginó que pasaría por una violación, su madre había garantizado de todas las formas posibles que ella no tuviese relaciones sexuales hasta llegar al altar. Hasta la había sometido a exámenes clínicos para comprobar su virginidad, y ahora todo aquello parecía en vano. Laura estaba aterrorizada, y así mismo luchaba para que no le quitaran la ropa. Ella estaba vestida con un vestido largo, medias pantis y tenis, su ropa ni siquiera era llamativa. ¿A quién quería engañar? Eso no la hacía inmune a nadie, los hombres así tomaban lo que querían.
Cuando su boca quedó libre ella gritó una vez más, un cuchillo fue colocado en su cuello, pero aun así ella no fue silenciada, prefería la muerte a ser tomada en contra de su voluntad. Esperaba que con sus gritos alguien apareciese a ayudarla. Pero ella solo se engañaba, aquella noche fría de noviembre Laura fue violada.
Durante los minutos de pánico y dolor que ella sufrió intentó gritar en varias ocasiones, pero después de comprender que la ayuda no vendría y aquellos dos hombres le habrían quitado todo lo que ella tenía derecho a ofrecer, de cansancio mental y dolor físico, Laura se desmayó.