Capitulo 6

1218 Words
La tranquilidad de la finca fue como un bálsamo para la cansada pareja tras los agitados últimos días en la academia. Aunque la paz no podía durar, ambos tenían mucho que aprender. A Emily había que enseñarle todo sobre la esclavitud y cómo obtener placer del dolor y la humillación. Jeanne, quien había ayudado al padre de Corantin a entrenar a sus harénidas, se había ofrecido voluntaria para educarla. —Cariño, eso es todo. Ya no se puede aprender sin pasar a la práctica—, dijo la mujer madura después de dos semanas. La mujer había esperado que Emily pudiera tener experiencia práctica antes de que terminaran sus lecciones, pero Corantin había estado ocupado todos los días con su padre y cualquier cosa que hiciera lo dejaba agotado por la noche. —Entonces, ¿hemos terminado, maestra? —respondió la mujer más joven. —No tenemos exactamente una última cosa de que hablar—, respondió el otro. —Mira esto—, añadió señalando una marca en forma de corazón en su vientre expuesto. Esta es la marca de una mujer de Auberron. Esta cresta mágica prueba mi juramento de servir y obedecer a mi amo de por vida. También nos permite obtener maná de lujuria durante el sexo. Ese maná de lujuria es muy potente y nos hace mucho más fuertes que una maga insara normal. En cuanto a nosotras, las mujeres, tiene otro uso. Modifica nuestros cuerpos, los vuelve perfectos para el sexo. Nuestros cuerpos se vuelven más sensibles y curvilíneos; ganamos más zonas erógenas, manteniéndonos siempre listas para follar. Y, como ventaja adicional, podemos forzar la lactancia, lo que nos hace siempre listas para un poco de leche con nuestro amo. Tras una breve pausa, continuó: —La marca tiene dos etapas. La etapa inicial, que prepara el cuerpo de la mujer para la modificación. Luego, la etapa final, cuando la mujer se somete por completo a su amo, al placer, y deja que la marca se apodere de su cuerpo. Es entonces cuando modifica el cuerpo de quien la porta. Un día, Corantin llevó a Emily a una pequeña cabaña, lejos del edificio principal. Nunca había entrado en ese edificio. Pero aun sabiendo qué esperar, Corantin no pudo evitar sentirse desconcertado por la dicotomía del mobiliario. La cabaña solo tenía dos habitaciones. La primera era una habitación con un altar y una mesa de confinamiento. —Aquí estamos—, dijo Corantin al entrar en la habitación, —vamos al primer piso—, añadió señalando las escaleras. La primera planta estaba ocupada por un amplio dormitorio. Estaba lujosamente amueblado: una cama grande, cadenas colgando del techo, un potro de bondage, un caballo de madera, otra mesa de reeducación, una picota y una variedad de juguetes para el dolor y el placer. Pero en contraste con lo que algunos considerarían siniestro y otros lujurioso, había un ambiente nupcial. Todos los muebles eran de color blanco; la luz inundaba las habitaciones, dándoles un aspecto sereno e inocente. —¡Es tan hermoso!— exclamó Emily, —Y tan emocionante—, añadió en voz baja. —Sí, un lugar tan importante tiene que serlo—, respondió Corantin. —Este edificio ha visto a innumerables mujeres jurar servidumbre a miembros de mi familia como novias esclavas. —Ma... mas... Maestro, ¡no estoy listo para entregarte mi vida! ¡Ni siquiera he recibido tu marca! —Lo sé, Emily. No haremos la ceremonia hoy. Pero como no creo que podamos celebrarla aquí, quería al menos marcarte aquí. Corantin se quitó la ropa, se metió en la cama e hizo señas a Emily para que lo siguiera. Una vez que ella se unió a él en la cama, Corantin no perdió tiempo y de inmediato comenzó a besarla y a acariciar su coño para prepararla para la penetración. Emily, por su parte, entregó su cuerpo al hombre. Actuaba sin pensar, luchando por tomar decisiones. Incluso preparándose para la marca, no sabía si debía hacerlo. Por un lado, deseaba con todas sus fuerzas entregar su cuerpo y alma a Corantin; por otro, temía la modificación corporal que la marca conllevaría. Al considerar que Emily estaba suficientemente mojada, Corantin no perdió tiempo y penetró su coño. Bombeó su coño un rato con movimientos lentos antes de inhalar profundamente y comenzar a verter su lujurioso maná en el útero de Emily. Gotas de sudor se formaron rápidamente en su frente mientras luchaba por grabar con éxito la marca en Emily con su escasa energía lujuriosa. Su padre le había advertido que incluso en una mujer dispuesta, la primera marca era inmensamente difícil porque generaban muy poco maná lujurioso sin una esclava atada. Finalmente, los movimientos lentos lograron llevar a Emily al clímax. Percibiendo la oportunidad, Corantin concentró todos sus esfuerzos en la energía lujuriosa que envió al interior de su cuerpo. Cuando finalmente logró superar su defensa natural, fueron cegados por un destello de energía rosa. Y cuando recuperaron la vista, un corazón lujurioso rosa apareció ahora en su vientre. Aunque más pequeño que los del vientre de su madre, era la prueba innegable de que Corantin había tenido éxito en el primer paso. Sintiéndose exhausto, se desplomó junto a Emily. Tras descansar un rato, Corantin se levantó de la cama y se dirigió a un armario. Tomó una pequeña botella y un collar, y luego regresó a la cama. Al reconocer lo que su amo sostenía, Emily se incorporó y extendió el cuello sin decir palabra. Corantin envolvió con cuidado el collar de cuero alrededor de su cuello expuesto y lo ajustó firmemente. Luego le dio la botella a Emily, quien la bebió de inmediato. La botella contenía un afrodisíaco suave, no lo suficiente como para volverla loca; Corantin despreciaba ese método de entrenamiento que solo dejaba una cáscara rota. Pero aún era lo suficientemente potente como para desarrollar los canales necesarios para que el maná de la lujuria circulara por su cuerpo. La poción también la ayudaría a acostumbrarse al cuerpo lascivo que pronto tendrá para el resto de su vida. Ver a la belleza desnuda puso a Corantin de nuevo duro. No queriendo irse insatisfecho, empujó a Emily boca abajo sobre la cama y se dirigió al estante de juguetes. Tomó una venda y una paleta. Ya era hora de que Corantin pusiera a prueba sus cualidades de zorra masoquista. De regreso a donde Emily lo estaba esperando, Corantin le puso la venda en los ojos. —No te preocupes, Emily. Estás a salvo —dijo Corantin, mientras le cubría los ojos. Era plenamente consciente de que esto podría reavivar su trauma, pero sentía que ya era lo suficientemente fuerte como para dejar atrás sus demonios. Tiró del trasero de Emily hacia él y la dejó descansar los pies en el suelo. Corantin se sentó a su lado y, con la mano, le dio unas palmaditas en el trasero. —¡Ay! ¡Ou! ¡Oh! ¡Ah! Cuando los gritos de Emily empezaron a ser más sensuales que dolorosos, el joven tomó la paleta que había dejado a su lado. Reanudó los azotes. Cuando el trasero de Emily finalmente se tiñó de rojo, soltó la paleta y se colocó detrás de ella, con su polla dura como una piedra, listo para más sexo.
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