ERIK Pu*ta tortura que me estaba reventando el cuerpo. La imagen de ella, con mi ropa, sus pechos tensos, su piel desnuda, su olor mezclado con el mío en esta maldita habitación cerrada, y saber que no podía tocarla. Todo me estaba destrozando. Su voz suave acarició mis deseos más sucios por ella. No, no podía dejar llevarme por eso, ¿o sí? Ni siquiera sabía si se veía con alguien como yo a su lado. Sin embargo, verla en mi cama con esos ojos grises contemplándome. . . Necesitaba un escape. — ¿Erik? —Su exquisita voz me volvió a golpear la excit**ación— ¿Estás bien? Me levanté de golpe. — Sí, solo tengo que ir al baño —. Era la única excusa que tuve a la mano. Ella parpadeó, mirándome con confusión. — ¿Erik? — Voy al baño —. Mi voz salió ronca. Demasiado ronca para mi gusto.

