Capítulo 21

875 Words
HANNAH Y tenía razón en todo lo que había dicho. Lo que había visto me molestó. Debería haberle hablado al respecto. Pero al manejarlo así, no solo le había mostrado que me interesaba, sino que también le había demostrado que fui al hotel a verlo. Algo que no habría hecho si no me importara. Puso los labios en línea recta. —¿No tienes nada que decir ahora? —Isaiah… —a punto de soltar algo sarcástico, mi voz se interrumpió cuando la camarera apareció con nuestras malteadas, colocándolas frente a nosotros. —Su aperitivo estará listo en unos minutos —dijo, y se fue. Agradecí la interrupción y tomé un sorbo. Justo cuando lo hacía, sonó mi teléfono. Había olvidado que había traído mi bolso al restaurante, y metí la mano para sacar el celular —algo que no había revisado desde que llegué al club más temprano. Era un mensaje de Clem, preguntando si quería que me trajera algo de comida del bar porque su turno estaba a punto de terminar. Le respondí que no estaba en casa y, mientras guardaba el teléfono, una notificación nueva apareció en la pantalla. Era de mi profesor, el que había estado de vacaciones cuando perdí la fecha límite por el cable roto de mi laptop. —¿Todo bien? —preguntó Isaiah. Terminé de leer el correo y suspiré, guardando el teléfono. —Sí. Solo un mensaje de mi hermana y un correo de mi profesor. —¿Cuántos hermanos tienes? Sostuve la pajilla sin beber. —Dos hermanas. —¿Están en Kauai o en la Isla Grande? —Aquí. Vivo con ellas. —Vives con ellas —repitió con énfasis—. Eso debe hacer la convivencia interesante. —Siempre —tomé un sorbo, suspirando de lo rico que estaba, y bebí otro—. No es que no quiera vivir con ellas, pero cuando me gradúe, espero poder tener un lugar propio. Solo necesito espacio y tranquilidad. —¿Eres la menor? Asentí. —Yo también —dijo—. Tengo dos hermanos mayores y, aunque los adoro, no podría volver a vivir con ellos. —La mayoría de los días está bien. Es un lugar pequeño, siempre estamos estorbándonos. Alguien siempre está en el baño, alguien siempre usa mi computadora, incluso rompiéndola, como el otro día —mi corazón se apretó al recordar el correo del profesor—. Suficiente para que dijera: —Entregué un trabajo tarde, todo por un pequeño accidente que no debía haber pasado. Mi hermana se siente fatal. En fin, mi profesor me respondió: aunque la entrega tardía merecía una calificación reprobatoria, dijo que era el mejor trabajo escrito de toda la clase. —Joder. Asentí de nuevo. —Lo sé. —¿Sobre qué lo escribiste? Moví la pajilla, sacándola y lamiéndome el fondo del vaso. —Mi trabajo —respondí demasiado rápido, sin pensar que él solo preguntaría más—. Era para una clase de negocios, así que analicé mi departamento. En mi opinión, lo gestionan todo mal. Hay tantas cosas que cambiaría para ahorrar dinero y tiempo, y reducir la carga laboral. Cosas tipo Six Sigma —planeo certificarme una vez que me gradúe. Desde que empecé en el hotel, vi los cambios necesarios en el departamento. Mientras buscaba cómo presentar esta información a mi jefe, descubrí Six Sigma: metodologías de gestión para aumentar la eficiencia y reducir desperdicios. Por eso me interesé y planeo certificarme al graduarme. —No me digas… —dijo, recostándose sobre la mesa otra vez—. Cuéntame más. Quiero escucharlo todo. Me reí nerviosa. —Siento que estoy en una entrevista. —Quizá lo estés. Continúa. —Bueno, estudio negocios. Intento ver las cosas desde la perspectiva empresarial, pensando en lo mejor para todos. Sin empleados felices, las cosas no funcionan como deberían, aunque busques reducir costos. —Dame un ejemplo de cómo aplicarías Six Sigma en tu trabajo. El ejemplo sería el departamento de limpieza del hotel. Analicé cómo operaban, los turnos, la cantidad de empleados, el uso de suministros, cómo ahorrar dinero ajustando procesos. Pero eso no podía mencionarlo esta noche. Tenía que escoger algo más —algo que conociera igual de bien. —Digamos que hablamos de un restaurante-bar —miré alrededor del diner—. No un lugar como este, sino uno que sirva alcohol hasta la una o dos de la madrugada. —Me gusta a dónde vas. Me reí. —Suena como si estuvieras excitado. —Lo estoy. —¿Por hablar de negocios? —Por respirar —dijo. Mis ojos se abrieron. La piel empezó a hormiguearme de calor. —Y por hablar de negocios. Continúa. Acerqué la malteada y bebí de un sorbo largo, deteniéndome antes de que me doliera la cabeza por el hielo. —No digo que pase en todos los bares, pero diría que, en la mayoría, se desperdicia o regala demasiado alcohol. —Estoy de acuerdo. —Como dueña del negocio, no estaría bien. El licor y el vino son de los productos con mayor margen de ganancia. Pero lo peor son los dispensadores automáticos que controlan la cantidad en cada trago. Son impersonales. Cuando un cliente ve uno, piensa que el lugar es barato.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD