Capítulo 1

2033 Words
En la oficina del ejecutivo más importante de la empresa Vitalcar se escucha el ajetreo que se presentó a última hora, por el atrasó de la entrega de una mercancía    por causa del embalaje. La empresa encargada de embalar la mercancía manifiesta no haber recibido la orden de entrega y por esto no la tenían a tiempo, trayendo como consecuencia el casi rompimiento de las relaciones comerciales con Mercurio, un emporio encargado de blindaje de autos de alta gama. La reconocida empresa Vitalcar es la encargada de suministrar vidrios de alta calidad para diferentes departamentos de seguridad, construcciones que se encuentra en la ciudad y el país.  Sus productos son de tan alta calidad por su avanzada tecnología en la fabricación. —Lograste calmar los ánimos— pregunto Raúl al ingresar a la oficina de su hermano mayor.  Pues él había escuchado el rumor de lo sucedido por eso sabía que el ambiente estaba caldeado. Esta situación lo ponía sobre aviso con el departamento de entrega. Le confirmaba lo que él venía sospechando. En la oficina se escuchó un resoplido de disgusto. —Por los pelos —dijo exhausto y sudoroso Sebastián. Raúl traía en sus manos unas carpetas y se las extendió a su hermano mayor y jefe. Sebastián   lo miro con detenimiento. Veía a su hermano algo extraño, tal vez delgado y un poco pálido. —Mercurio no quería recibir mis disculpas— exhalo con brusquedad— casi que les ruego, por ser la primera vez me dejaron pasar este atraso. Raúl lo miro muy serio. —Es lógico. Ellos están siempre blindando autos no se pueden quedar sin suministros— respondió el joven. Mientras hablaba, caminaba por la oficina y buscaba un gran ventanal. —Revise todo como me lo pediste —comentó mientras que él se acomodaba en uno de los sillones. La oficina tenía dos enormes ventanales que dejaban ver la hermosa y concurrida calle de Collins Street en el centro de la ciudad de Melbourne— al parecer el error se produjo en el departamento de Audi… Sebastián golpeó con sus puños el escritorio haciendo que retumbara el sonido seco en medio del lugar. Esta acción interrumpió la conversación que tenía Raúl con él. —No vayas por ahí otra vez— exclamó Sebastián.  Se puso de pie y cerró la puerta con cerrojo para evitar que los interrumpieran o que alguien escuchara la conversación. — sabes que ella es una buena chica y que jamás me haría daño a mí o a mi empresa. Raúl que estaba sentado frente a la ventana miró a su hermano y frunció las cejas y los ojos azules se fijaron él. Lo miro en un silencio sepulcral. Sebastián por su parte lo fulminaba por la ira que estaba sintiendo en ese momento con su hermano.  Raúl aprovecho aquel silencio para seguir diciendo lo que pensaba. —No. Aquí el ciego eres tú.  Esa mujer es mala, perversa.  Tiene intereses ocultos— miro por el ventanal y se   centró en una pareja que caminaba tomados de la mano. Suspiro. — Sólo espero descubrir…antes de que se me acabe el tiempo y sea muy tarde para ayudarte, Sebastián. El hombre mayor lo miro con tristeza.  Prácticamente él lo había criado cuando su madre murió.  Su padre, un juez muy reconocido y con gran prestigio se enfrasco en el trabajo después de la muerte de su esposa dejando a los a los niños casi solos.  Quedaron al cuidado de una niñera que estaba pendiente de sus necesidades primordiales, pero con respecto al amor y el cariño que debía darle como padre esto siempre fue negado. Sebastián sólo contaba con doce años de edad y su hermano Raúl con seis cuando la muerte de la madre les sorprendió y por este motivo él siempre se sintió responsable con su hermano menor.  Siempre lo complacía en todo, pero ya era hora de crecer y sobre todo de terminar con esos caprichos. Caprichos que por lo general le traían era problemas. Sebastián comprendía que él nunca iba a cambiar, esa era su forma de ser. Siempre sincero, sin tapujos. Desde el comienzo, el joven hermano no gustó de su    novia y prometida y así se lo manifestó.     Aún no entendía el porqué del   odio hacia ella cuando ella se comportaba tan amable, tan dulce. —Lo siento hermano— le colocó una mano en el hombro.  Pero esta vez no   voy a permitir que me manipules como lo has hecho en otras ocasiones.  En el pasado hice muchas locuras por ti, pero esto no lo voy a permitir.  Me caso en un mes con ella. Raúl aún se encontraba sentado frente al gran ventanal. Miraba hacia la calle. Eran más de las tres de la tarde y aún estaba muy concurrida y muchos negocios abiertos. Raúl escuchaba atento lo que su hermano decía por esto apretó la boca con fuerza. Sebastián se dirigió al escritorio y tomo nuevamente la carpeta con los documentos que su hermano le trajo y comenzó a leerlos. —Sebastián ¿Puedo hacerte una pregunta? — le miro fugazmente. Sebastián lo miro preocupado. Su hermano estaba algo diferente. Se giró y cruzo los brazos sobre su pecho haciendo que la camisa se tensara sobre los músculos de la espalda. —Pregunta— le respondió. —¿Tu amas realmente a Audi? —  Raúl lo miró fijamente. Él guardo silencio por unos instantes. Lo que Raúl interpreto. —La amo. Tu mejor que nadie me conoces —respondió algo incómodo por la respuesta que él mismo le estaba dando a su hermano— sabes…lo que siento. Raúl torció lo boca de lado. —Porque te conozco   sé que no la amas— Raúl miró a su hermano y sonrío al verlo incómodo – ella te entretiene en la cama y   sabe cómo manipularte y tú tan estúpido que   caes  en  sus mentiras de sábanas —le dijo con rudeza. Sebastián lo miro con furia. Él no iba a permitir que su hermano le hablara de aquella manera y menos de la mujer que muy pronto sería su esposa. —¡Raúl no voy a permitir que me faltes al respeto! —  alzo la voz, aunque no grito. Sebastián aparto la mirada de él, porque sintió vergüenza ante su hermano porque lo que él decía era verdad. La mujer tenía el don de hacerle perder los calzoncillos cada vez que ella quería. Los ojos grises plata de Raúl relampaguearon con furia. —Te voy a demostrar que ella es una arpía. Aunque muera en el intento —diciendo estas palabras se levantó del sillón y salió furioso dejando a Sebastián más que preocupado. Sebastián se pasó las manos por su cabello castaño   desordenándolo. —¡Dios! —  exclamó molestó —¿Cómo hago para que él entienda y acepte a Audi? Fue al escritorio y tomó el teléfono necesitaba aclarar el mal entendido que había con el departamento de envíos. Si el negocio se le hubiera caído estuviera perdiendo millones de dólares. Y esto no debía volver a suceder. —Melanie,  por favor le avisa a la señorita Valdés que vengan a mi  oficina— le dijo a su secretaria. A las pocas semanas que su hermano Raúl conoció a Audi,   él sintió cierta  animadversión   hacia  ella.  Raúl  pensaba que la joven sólo estaba buscando posición social y que también estaba detrás de su gran fortuna. En silencio Sebastián  meditaba la charla que acaba de tener con Raúl.  Y llego a la conclusión de su hermano menor estaba simplemente celoso. —Eso es— dijo— Esta celoso. Él hasta llego a pensar que su hermano se sentía atraído por ella. Ella era muy hermosa y carismática.  Y como ésta lo rechazó,  él no aceptó la situación. —Sí. Eso es— dijo en voz alta para convencerse de su propia conjetura. Eso  era lo que estaba sucediendo,  Raúl se sentía celoso del amor que Audi manifestaba por él. Pero algo surgió dentro de él.  ¿Y si Raúl tenía razón? ¿Y si ella tenia otras razones para acercarse a él? Los golpes en la puerta lo despabilaron  de sus pensamientos oscuros. —Siga —dijo con voz de trueno. Una despampanante rubia con ojos verde azulado se acercó con una sonrisa que le iluminaba el bello rostro. —Hola amor— dijo ella con voz dulce y muy suave. Inmediatamente  la oficina del hombre se llenó del aroma del caro perfume que llevaba la mujer —Melanie me dijo que me necesitaba. Sebastián la  miro y en su mente retumba la pregunta de su hermano le hizo. —“La amas" La joven tenía la piel más tersa que él jamás vio sin maquillaje.  Hermosa  a la vista y muy elegante.   Él suspiro. En la cama también era excelente.  Otra  vez las palabras de su hermano y llegaron a su mente para puntearlo  con más fuerza. —“No la amas” La miró fijamente. —“Ella sabe cómo manejarte en la cama” Los ojos de Sebastián miraban  a la mujer como si la viera por primera vez. Una extraña sensación se acomodó en su corazón. ¿Sera que Raúl ve más allá y él está ciego?  Se  preguntó en silencio. La hermosa rubia contoneando sus caderas y se aproximó al escritorio con una radiante sonrisa que no dejaba su rostro. —Cariño—  lo volvió a llamar al ver que éste estaba en silencio y sólo se limitaba a verla — ¿Pasa algo malo? Ella  se cruzó de brazos y esta acción hizo que elevará el busto prominente.  Ella  frunció el ceño. —¿De qué me acusa ahora Raúl?  Sabes  mejor que nadie que él me  odia —expresó haciendo un puchero con la boca. El hombre tomó los papeles que tenía en la mano y comenzó a ojearlos para disimular un poco sin incomodidad ante las palabras y acusación de ella a su hermano. Ambos se demostraban que no se gustaban, era reciproco aquel sentimiento. —Cálmate — dijo él algo extrañado por el argumento de ella. Ella siempre estaba a la defensiva. Él  tomó las carpetas que  su hermano le trajo y comenzó a leer. —¿Cuándo hiciste la última llamada a la empresa   de mensajería—  preguntó.   Sebastián la observaba con ojos críticos en silencio para no perder detalle de las reacciones de la joven. —La semana pasada —respondió con un titubeo — yo creo. Sebastián la miraba con los ojos entrecerrados si estuviera segura no tuviera porque estar nerviosa. ¿Sería que su hermano tenía razón en algo?  La situación comenzaba a molestarlo. —¿Crees o está segura? —  pregunto de manera tajante. Ella respingo nerviosa. —¿Qué es lo que quieres saber en verdad? —  reprocho la mujer. Él la miro molesto. —El departamento de entrega de mercancía es tu responsabilidad y esta es la tercera vez que se me sabotea una venta con la entrega de mercancía —ella abrió los ojos de par en par ante aquella acusación. —No estarás pensando que yo... Él se levantó de su escritorio y mira por la ventana. No podía apartar de su pensamiento las palabras que momentos antes le había dicho su hermano. —Estoy diciendo que ese departamento es tu responsabilidad por lo tanto tú debes estar más pendiente del personal como también de las diferentes oficinas de mensajería— volvió a decir sin dejar de mirar por la ventana. Ella bajó la cabeza avergonzada. —Lo siento mi amor — se acercó a él y lo abrazó por la espalda – he estado algo distraída y muy nerviosa en veinticinco días nos casamos y eso es algo que me tiene muy emocionada – mientras hablaba con sus manos acariciaba el pecho de él y trataba de meter las manos dentro de la camisa. Él resopló y sujetó sus manos para que no se siguiera con las caricias. En esos momentos esas caricias le parecieron hipócritas. Así que moviéndose   y muy lentamente se apartó de ella con cuidado. —¿Está segura de que es lo correcto? ¿No nos estamos apresurando para el matrimonio?  
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