Afuera, pasamos por las filas de cabañas. Algunas de ellas son más grandes y bonitas que otras, denotando un mayor estatus social. Las cabañas más alejadas son pequeñas y no son más que chozas. Supongo que es donde se quedan los sirvientes. Una vez que pasamos las cabañas, ya no hay linternas que iluminen nuestro camino. Aun así, Okot me lleva adelante sin dudarlo, subiendo una colina y luego bajando al otro lado. Tropezar y luego tirar de Okot para detenerme y quitarme los tacones. —Odio estas cosas—, digo, agarrando los zapatos en una mano mientras Okot vuelve a tomar la otra. Después de tropezar por séptima vez, respiro hondo. —Sé que soy un desastre en el equilibrio, pero ¿cómo demonios no te estás tropezando tú también? Está completamente oscuro aquí fuera—. —Puedo ver en la oscuri

