Incluso Sylred. Ya no se ve tan agradable. Bueno, qué se le va a hacer. Me niego a llenarme la boca mientras ellos se mueren de hambre. Me niego a participar en esta despiadada exhibición de humillación pública. —¿Qué mierda crees que estás haciendo?—, murmura Evert. Le arqueo una ceja y luego giro sobre mis talones. Mentón en alto, hombros hacia atrás, le doy la mirada más arrogante de —vete a la mierda— imaginable al resto del comedor. —¿Qué?— Espeto. —Me estaban distrayendo con su baboseo—. Con eso, avanzo de nuevo por el comedor y me siento en mi mesa junto a Okot como si nada estuviera mal. Voces susurrantes y miradas acusadoras se centran en mí, pero finjo no preocuparme ni darme cuenta. Sabiendo que todos los ojos siguen puestos en mí, comienzo a servirme porciones de comida,

