Los chicos se apartan para dejar paso al sanador, pero mis ojos se fijan en Sylred. En cuanto entró en la habitación, empezó a tararear. Sólo lo sé porque, aunque tiene los labios cerrados, veo que mueve la garganta. No oigo qué melodía tararea, pero veo que los ojos del sanador pasan de estar muy interesados en mis alas a estar ligeramente vidriosos. El sanador murmura algo antes de que sus manos se posen en mi cara hinchada, luego en mis costillas y estómago, después en mis brazos y piernas. Siento que me invade una poderosa fuerza mágica. Una parte es fría como el hielo y otra ardiente como las llamas. Cuando llega a mi ala, siento que el hueso vuelve a su sitio y suelto un débil grito mientras las lágrimas caen sobre mis mejillas. Cuando vuelvo a mirar al sanador, sus ojos tien

