PREFACIO

2070 Words
Brittainy Stewart. «No puedo. No soy capaz. No tengo la valentía suficiente». Mis manos se sacuden con espasmos que no puedo contener por más que lo intento. No soy capaz de ver, sentir, absolutamente nada, fuera de la bruma que ahora me rodea el cuerpo entero y la mente. Estoy parada justo al frente del lugar al que no quería venir, porque no soy capaz de creer esto, me niego en lo absoluto a aceptarlo, pero quienes me acompañan no me dieron otra opción. Estoy aquí sin moverme, apenas estando en pie, mientras todo mi cuerpo tiembla sin control. Por más que intento mantenerme erguida, tener la frente en alto, porque sé lo que me espera dentro, no puedo hacerlo. Cómo poder, si algo dentro de mí se ha roto y necesito abrazarme a mí misma para mantener todas las piezas en su lugar y no desmoronarme en el suelo justo ahora. Sollozos salen de mí sin poder contenerlos. Me cuesta respirar y no sé, en realidad no sé, si pueda seguir en pie por más tiempo. Ya no tengo fuerzas, no soy capaz de encontrarlas en ningún lugar, porque he estado nadando contracorriente demasiado tiempo y ya no puedo más. En este punto solo pienso que la vida me ha quitado demasiado y, aún no conforme, sigue dándome golpe tras golpe, hasta que llegue alguno del que no pueda reponerme. «Y no dudo que ese golpe ya llegó». Porque jamás podré reponerme de esto. Jamás podré decir que en algún momento me levantaré y seguiré con mi vida como si nada hubiera pasado. Porque sí pasó, y justo algo que me rompió, que me quebró y por más que intente reponerme, sé que no será así. Lo último que pensé, después de todo, fue encontrarme en esta situación. Jamás habría pensado, ni se me habría pasado remotamente por la cabeza, que todo terminaría aquí. En este lugar. En este maldito y preciso lugar. Pero el destino se ha encargado de demostrarme que una cosa es lo que pienso y otra muy distinta, es lo que sucede. Y después de tantos sueños rotos, yo solo quiero dejarme caer y no levantarme más. Ya no tengo fuerzas para hacerlo. Chase y Peter están conmigo, ahora mismo no podría hacer esto sola. Ni siquiera sé cómo tengo la valentía de estar aquí, cómo soy capaz de mantenerme en pie, cuando no hago más que llorar y llorar, mientras siento que me rompo en pedazos por dentro. Pero ellos me convencieron de que esto es lo que necesitaba para cerrar un ciclo. Y aunque accedí, porque sé que en el futuro me arrepentiré de no hacerlo, no voy a cerrar este ciclo jamás. Peter es el primero en acercarse y me pasa un brazo por los hombros para acercarme a su pecho. Y si ya me costaba contenerme, con su apoyo siento que me dejo caer sobre él. —No creo que pueda —susurro, le soy sincera, pero me ahogo con mis palabras. Y es que apenas puedo articular palabra sin echarme a llorar. —¿Qué pasa? —pregunta Chase, llegando mi lado. Ambos me miran, esperando. Todo depende de mí. —No sé si ella pueda entrar —le confiesa Peter, cuando yo me quedo en silencio—. Mira cómo está, ya bastante difícil fue traerla hasta aquí. Mi cuerpo tiembla con fuerza y es Chase quien me sostiene ahora. Me hace alzar la mirada para que lo vea fijamente a los ojos. —Sé que esto es difícil, Britt. Si para nosotros lo es, para ti aún más. —Traga en seco también, se ve afectado. Pero al igual que Peter, se contienen delante de mí, para darme las fuerzas que estoy necesitando para no romperme en pedazos que ya no puedan arreglarse—. Pero debes hacerlo. Entra allí y haz lo que debes hacer. Confía en mí, por favor. Rompo en llanto y él me abraza, mientras que Peter aún me sostiene la mano. No sé en qué momento me dejé convencer para que esto pasara. No sé por qué acepté venir aquí, si hacerlo solo me lastima más. ¿Confiar? ¿En qué voy a confiar ahora, si solo quiero morirme también? Pero ya estoy aquí. Tengo que hacer esto y tratar de conformarme con una despedida. Asiento. Los tres caminamos juntos y el ambiente lúgubre llena todo el lugar. Decenas y decenas de rosas llenan este lugar, pero no se siente como debería. Las rosas ni siquiera eran sus flores favoritas. Nadie aquí lo conocía en realidad. Esto no tiene nada que ver con él, cuando es el verdadero protagonista. Apenas entro, me detengo y aprieto con fuerza el brazo de Peter, mientras contengo el aliento. Todo dentro de mí duele, mi corazón, mi pecho, mis piernas. Porque ahí está el ataúd. Ahí está su foto. Y ahí está su nombre. Lo único que ahora veo y es suficiente para hacerme caer de rodillas. Mason Rimmer. El amor de mi vida. Es él quien está allí. Solo y a oscuras. En una caja que pronto estará tres metros bajo tierra y que se llevará mi corazón también. O lo que queda de él. «No puedo creer que todo termine aquí. No puedo aceptar que él esté allí, que ya no exista esa oportunidad para ser suya». Los ojos se me empañan a causa de las lágrimas y niego. Me falta el aire y todo comienza a darme vueltas. —No puedo —apenas susurro. —Vamos, Britt, es lo que él quería. Debes despedirte, decirle adiós, para que puedas seguir adelante, sé que puedes hacerlo. Ellos me sostienen a cada lado y damos pasos cortos hacia donde se encuentra. Sé que debemos ser el centro de atención, pero poco me importa lo que puedan decir las personas que están aquí. Porque yo estoy viviendo una puta pesadilla ahora. Porque cuando decidí creer en él, cuando decidí arriesgarme, pasa esto. Y vuelve a romperme el corazón. Extiendo una mano y toco la madera del ataúd donde yace su cuerpo. Duele, duele tanto que no puedo ser capaz de nada, más que llorar. —Te fuiste y me dejaste. Prometiste estar para mí y ya no estás, Mason. Otra vez no estás —reclamo, con rabia y dolor. Mi voz se quiebra y necesito respirar para recomponerme. Una parte de mí desea que él pueda escucharme—. Todo mi amor era tuyo, mi corazón era tuyo y ahora queda roto con tu partida. Vuelves a dejarme cuando espero por ti, cuando espero lo mejor de ti. ¿Por qué? ¿Por qué te rendiste tan fácilmente? Apoyo mi rostro en el lugar que estaba mi mano y me abrazo al féretro. Me aferro a él, a su recuerdo, a todo lo que fuimos, porque me niego a dejarlo ir. Me duele el corazón, me duele el alma, me duele la vida. Y aunque mis amigos están aquí, no es suficiente, porque no está él, el hombre que amo. —¿Qué hace esta zorra aquí? La voz de Christine llega detrás de mí en el mismo instante que me toma del brazo y me separa del ataúd con toda su fuerza, lastimándome con ese gesto. —¡No tienes derecho a estar aquí! ¿Quién te dejó entrar? ¡Este no es tu lugar! ¡Lárgate! ¡Fuera! Mientras grita, me sacude, haciéndome más daño. Peter y Chase van a meterse, pero yo niego y ella me sigue sacudiendo hasta que yo puedo deshacerme de su agarre y con lágrimas aún corriendo por mis mejillas, la enfrento. —¡Estoy aquí porque este es mi lugar! Y te guste o no, ni tú ni nadie va a negarme una despedida. —Hace mucho dejaste de ser parte de esta familia, de su vida. No eras nada, nadie, para Mason. Respeta su voluntad de mantenerte alejada y piérdete. No lo respetaste en vida, siendo una puta traicionera que solo quería su dinero, pero yo no dejaré que te salgas con la tuya ahora que está muerto… Escuchar de su boca tantas mentiras me hace perder la calma. Esa que solo mantenía por apariencia, porque mis emociones son tan fuertes que ya son incontenibles. Estoy cansada de que siga con esta misma historia cuando ya le dejé claro que su título de esposa no me importa nada, porque yo llevo claro a quién amaba realmente Mason Rimmer. No me aguanto, antes le respondí con palabras, pero hoy estoy al límite de mis emociones y ella ha tentado a la suerte. Mis manos me pican y se mueven más rápido de lo que esperaba, dejándome asombrada con mis acciones. Le cruzo la cara con una bofetada. Mi mano arde, pica y a nuestro alrededor, todo es silencio después de un jadeo colectivo. Deshago la distancia y cuando ella aún no levanta su cabeza, me detengo delante de su posición, donde nadie escuchará lo que tengo que decir. —Puta eres tú, tu madre y toda tu maldita generación. Puedes decir lo que quieras, difamarme, engañar a todos con tu cara de niña buena, esposa excepcional y todo lo que te venga en gana, pero tú y yo sabemos que este no es tu lugar. Tú y yo sabemos cuál fue la última voluntad de Mason. Tú y yo sabemos que solo tienes el lugar de viuda porque fuiste una sucia víbora aprovechada de mierda —exclamo, con los dientes apretados y sintiendo que se nos acercan para evitar que esto vaya a mayores. Por eso levanto la voz—. ¡Voy a estar aquí y voy a despedirme! ¡Quiero ver su cara y poder decirle adiós al hombre que amé toda mi vida! Y no voy a descansar hasta hacerles pagar a todos los que impidieron que él y yo fuéramos felices, a todos los que nos jodieron la vida. ¡Me las van a pagar! La madre de Mason se acerca con expresión endemoniada en el rostro. Esto acaba de ponerse peor. Lo sé. Pero esta vez no voy a irme sin luchar, estoy cansada de que la familia Rimmer crea que está por encima de todo y que pueden humillarme. —¡Llévensela! ¡Este no es su lugar, no es bienvenida! Sáquenla de aquí. —¿Y tú sí tienes derecho? —grito, fuera de mí, queriendo dañar a todos, regar mi dolor y que todos paguen lo que deben—. ¡Ustedes mataron a su hijo! ¡Él los odiaba, a todos! ¡Hipócritas! —¡Cállate, maldita loca! —replica su madre, vuelta una fiera también—. ¡No te atrevas a hablar de mi hijo y a difamar a mi familia! Porque no respondo. Vete por dónde viniste, que Mason lo último que hubiese querido es que tú estuvieras aquí. Suelto una carcajada enloquecida. Chase y Peter están ahora a mi lado, tratando de contenerme, porque saben que puedo desatar el caos cuando me pongo así. Aplaudo con fuerza. De forma burlona. Llamando aún más la atención de los presentes. —¡Adelante! ¡Ya lo hicieron! ¡Ya se encargaron de joderme la vida una vez! ¿No quedaron conformes? ¿Qué pasa, quieren más? Hago una pausa de solo dos segundos. Abro mis brazos, invitándola a hacerme daño otra vez. No me interesa nada y quiero que venga a por mí para desahogar mi rabia. —¡Esta vez no me quedaré callada! ¡Esta vez no voy a dejarme! ¡Yo voy a vengar su nombre, malditos! ¡Yo voy a terminar el trabajo que él no pudo acabar a tiempo! La mano de Chase rodea mi brazo. Me atrae hacia él para alejarme de todos, cuando los gritos empiezan como reacción a mi amenaza. Peter me pide que nos vayamos. Lo hace en voz baja y se interpone entre la familia Rimmer y yo. —Vamos, Britt. Ya te despediste. No hagas esto más duro de soportar. De superar. Niego con la cabeza. Pero él dice esas palabras que me hacen quedarme congelada en el lugar. Las repite. —Confía en mí, Bri... Miro a Peter. Lo hago con tanta rapidez que me marea levantar la cabeza de esa forma. Porque acaba de dejarme sin palabras. Veo sus ojos. Veo su petición. Y recuerdo otras, iguales, pero con otra voz. «Confía en mí, Bri».
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD