—No tienes que decir más, silencio —su voz salió con un tono ronco al instante en que pronunció aquellas palabras. Su manzana de adán subió y bajó al pasar saliva y yo me relamí mis labios con nerviosismo. Despacio me dispuse a bajar la mano que se encontraba en su rostro hasta mi regazo. Inmediatamente hago esta acción, me doy una bofetada mental, reprendiéndome por la tremenda estupidez que hice y que ni siquiera todas las estupideces que he cometido en el pasado sobrepasa esta. No soy capaz de mover la mano que sostiene la suya y que todavía se encuentra tocando por encima de mi falda, mi intimidad, y tampoco de moverme siquiera un centímetro, o respirar con normalidad, por miedo a que se escuché lo inquieta que me encuentro. Cierro mis ojos con fuerza dejando salir un suspiro impe

