Estaban acurrucados en la cama, la sábana cubriendo sus cuerpos desde la cintura hacia abajo. El silencio entre ellos no era incómodo; era un espacio lleno de significado, cargado con el eco de los momentos que habían compartido. Mason tenía una mano apoyada sobre el vientre redondeado de Nina, acariciando la piel con una mezcla de asombro y delicadeza. Sus ojos no se apartaban de ella. Observaba cómo su respiración se mantenía suave, cómo sus pestañas se posaban sobre sus mejillas cerradas. Parecía que todo su ser estaba en paz, y él se sentía afortunado de presenciarlo. De repente, bajo su palma, un leve movimiento hizo que contuviera la respiración. Mason no estaba seguro al principio, pero ahí estaba de nuevo: una patadita, pequeña pero clara. Se le formó un nudo en la garganta.

