La emoción en la casa era casi palpable. Después de que Mason le propuso matrimonio, Nina no podía dejar de mirar el anillo en su dedo. Sus pensamientos se agolpaban, la decisión ya estaba tomada, pero todo parecía suceder demasiado rápido. —¿Hoy? ¿Quieres que nos casemos hoy mismo? —preguntó, mordiéndose ligeramente el labio inferior mientras su mirada alternaba entre Mason y el anillo. Mason, de pie frente a ella, asintió con una sonrisa juguetona. —¿Por qué no? Estamos listos. No hay razones para esperar. Así no hay tiempo para que te arrepientas—dijo, ella tiró de su cachete y él soltó una risa. Ella lo miró, aún incrédula, y luego sacudió la cabeza. —No tengo vestido, Mason. No puedo casarme así. —Miró su vestido y aún cualquier ropa en el armario no sería la adecuada para eso,

