Ella Morgan estaba de pie frente al espejo de su dormitorio, con las manos apoyadas en la orilla del tocador. Sus dedos temblaban mientras se secaba las lágrimas que, a pesar de sus esfuerzos, seguían corriendo por sus mejillas. El reflejo que la miraba de vuelta parecía un espectro, una sombra de la mujer que alguna vez soñó con controlar su propio destino. Ahora, lo único que podía hacer era recoger los pedazos y reconstruir la fachada de fuerza que todos esperaban de ella. Sabía que su decisión, esa traición necesaria, la convertía en una más entre las personas que destruían a Mason. Le dolía con una intensidad que no esperaba, porque siempre había sido quien lo apoyaba, quien estaba a su lado cuando todos lo miraban con desprecio, cuando nadie le daba un lugar. Y ahora, se sumaba a la

