Ambos recuerdos parecían entremezclarse en la negrura del vacío. El vacío que no tenía forma, ni olor, ni tiempo. La única vista era solo oscuridad alrededor, los recuerdos se entremezclaban una y otra vez, incluso en el momento en que todo parecía real se fragmentaba en un sinfín de grietas. Solo era blanco y n***o. Blanco absoluto y n***o corrupto. Un silencio tan pulido que incluso los pensamientos rebotaban en sus límites.
Y allí caminaba ella. Entre ambos seres celestiales que parecían flotar por obra de Morfeo en un letargo abrupto, uno obligado, uno que ella decidió provocar para su deleite. Descalza, pero con sus pies completamente sucios. Lenta y al mismo tiempo delicada. Con las manos entrelazadas detrás de la espalda y una sonrisa que no tocaba sus ojos.
Verónica. “La intrusa”
