El parque universitario solía ser un lugar silencioso a esa hora. Las clases habían terminado, y la brisa de la tarde mecía las copas de los árboles con una cadencia que invitaba a sentarse y respirar. Entre la calma del lugar, algunos estudiantes caminaban a sus clases como de costumbre, sin sospecha alguna de que algo se posara sobre los árboles como si nada. Muy pocos sabían que, a veces, entre esos senderos de tierra y hojas caídas, caminaba alguien que no pertenecía a este mundo. Malaika, la tercera muerte, la mujer que atraía a los espíritus animales consigo, una personalidad tan estoica que avanzaba sin rumbo sin siquiera ser notada por el lugar. Siempre en movimiento, casi flotando entre los rincones que nadie mira. Sus movimientos eran tan pausados como si el tiempo mismo se det

