Silvia seguía hundida en el sillón, su rostro tapado por ambas manos, balanceándose ligeramente hacia adelante y hacia atrás como si quisiera desconectarse de la realidad. Ya habían pasado al menos dos horas desde que llegó y la noche ya cubría el cielo nocturno con su brillo espectral. Las luces del departamento estaban encendidas a mediana luz, no tan brillantes ni tampoco tan tenues, era la claridad perfecta para una noche como esa. La palabra psicópata inmortal seguía flotando en la cabeza de la profesora como un eco maldito. Su mente no dejaba de pensar en las antiguas civilizaciones y como estas pagaban por la salvación de sus almas con monedas antiguas. Se imaginaba la actitud de Azazel al recibirlas como si nada en medio de risas mientras el muerto nervioso se preguntaba si sería

