Nunca había sido tan expresiva en el sexo, pero la intensidad de esa noche rompió cualquier barrera que hubiera imaginado. Sentía cómo nuestros cuerpos se movían en perfecta sincronía, como si los planetas se hubieran alineado solo para nosotros. Ese momento sería difícil de olvidar, y mucho menos de superar. Mis dedos se hundieron en su piel sin restricciones, acompañados de gemidos y susurros que le guiaban en cada segundo. Él, siempre atento, se adelantaba a mis deseos, superando cada una de mis expectativas con una pasión que me desbordaba. No creo que él tenga ninguna queja de mí. Mi entusiasmo era tal que no dudé en tomar el control, liderando el ritmo del exigente ejercicio en más de una ocasión. "Ejercicio" era la palabra perfecta. Nunca había exigido tanto de mi cuerpo, y aunque

