Capitulo 1

1338 Words
Catriel. —Hija... Ya debes ir a trabajar. —Si, ya voy. —termino de acomodar a mi papá en la cama así está cómodo y mi mamá no se esfuerza demás—. Listo papá, ahí ya quedas fresco y limpio. —Gracias hija, a tu madre le duele mucho la espalda después. —Eso es porque es porfiada y no me hace caso cuando le digo que yo te baño. —Es que tú haces todo y yo me encargo de tu padre, —en silencio hago la fuerza, que mi mamá siga avivando el fuego que es más fácil—. Ya te lo dije, al final quién es la porfiada. —Ay mami, pero te duele mucho tu cuerpo después, por eso yo me encargo de las cosas. —Deja de retarme y ve a trabajar antes de que se den cuenta que no está ninguna de las dos y nos vamos a quedar sin comida. —Si, ya me voy, cuando pueda vengo a darte una mano, y descansa mamá, por favor descansa que tienes cara de no dar más. Camino por todo el pueblo buscando a Benjamín con desespero, hacen días que intento verlo, pero no hay caso, a donde sea que vaya no está, me recorro todo el pueblo que si, está creciendo muchísimo y hay muchísimas tiendas y creo que eso hace que la búsqueda sea más difícil porque es un hombre que está en todos lados, nunca trabaja en un solo lugar, se recorre todo el pueblo viendo qué hacer, es un hombre que no para quieto, aún cuando come está consultando que hay qué hacer, o si alguien necesita ayuda, creo que es una persona que si no esta haciendo alguna cosa se siente un inútil, por eso busca algo que hacer en todo momento, peeeero, también considero que es por su esposa que siempre busca estar ocupado. —Buenas, —entro a la cocina así ayudo con la comida—. Perdón por llegar tarde, estaba con mi madre ayudando a levantar a mi padre. —¿Y ella porqué no vino?. —Me dijo que venga para acá y que ella iba a hacer el lavado. —Mañana debe venir Catriel, ya hablamos con ella. —Si, lo sé, pero saben como es, no puedo decirle nada porque se enoja y nadie la para. —Saliste igual que tu padre gracias a los dioses. —me da un ataque de risa ya que siempre lo dicen, la conocen a la perfección y saben que es incontrolable. —Bueno, ya, dejemos de hablar de esa mujercita, ¿Qué vamos a hacer?. —Tenemos que llevarle comida a los hombres, Catriel, estás a cargo, guía a las jovenes y enséñales lo que deben hacer. —Si. —las jovencitas se acercan así vamos haciendo las bandejas para llevar pan y té caliente, está comenzando el frio por eso están atareados haciendo todos los preparativos—. Listo chicas, vamos a alimentar a los hombres que deben estar hambrientos después de la caza. —Te seguimos. —llevo la vasija con el té caliente, soy la más grande y me da miedo que se les vuelque y quemen, son jovencitas, yo llegué a mis veinte estaciones sin propuestas de matrimonio, ni una sola, pero es por muchas razones, la principal que todos me dicen que soy fea, después le sigue mi padre enfermo y mi madre bocona que lo empeora todo. —Ahi están, volvieron todos bien gracias a los dioses. —¿A dónde habían ido?. —Salieron de caza. —Oh, no me había dado cuenta. —las chicas dan unos grititos avisando que es comida, nos comunicamos de esa manera. —Que bueno que llegaron. —Ustedes también, ¿Cómo fue la caza?. —acomodamos los vasos y los sirvo a todos, las chicas van repartiendo con una porción de pan y torta frita, agarro un vaso y voy hacia Benjamín que está cortando unas piezas del animal con el que le tocó trabajar. —Buenas, le traje un poco de té calentito. —me mira de lado sonriendo, no me hace sentir nada porque no me atrae como a las demás que se ponen tontas con él. —¿Me esperas un poco así termino y me ayudas a lavarme las manos?. —Si, me quedo con usted, las chicas se encargan de los demás. —asiente sonriendo, es un mujeriego que debe creer que me quiero acostar con él—. ¿Cómo les fue?. —Bien, muy bien de hecho, los dioses nos bendijeron, volvimos contentos de poder alimentar al pueblo. —Que alegría me da, me gustaría ayudar más de lo que hago porque se esfuerzan mucho, sin decir el peligro que hay. —¿Crees que no puedo alimentarte?. —Si, lo creo porque veo que siempre vuelve con algo y lo comparte, agradecida con usted por eso. —termina de cortar todo y ahí le tiro agua así se lava las manos—. Siéntese así le sirvo bien y puede disfrutar de la comida. —Si. —tiro el té que le había traído porque se enfrió y le sirvo más que está calentito—. Gracias Catriel. —¿Benjamín, podremos hablar en privado?. —¿Sobre qué?. —Aca no, me da vergüenza. —asiente mirando a Yerimen que se acerca. —Yerimen, ya está todo. —Bien, entonces a descansar. —Yerimen me mira con duda y lo mira a él—. Ve con las demás mujeres Catriel. —Si, —aunque se va a crear conflicto y muchas habladurías, me acerco a Benjamín hablándole al oído—. Cuando la luna este en alto lo espero en el lago. —Bien. Me voy a hacer mis quehaceres diarios soportando a mi madre que vive quejándose de todo lo que puede, nunca nada la conforma y comienza a despotricar con toda la aldea por nuestra suerte, mi papá le dice como puede que se calme, que no se vuelva loca y es la única manera que se calme, porque si yo le digo que se calme o deje de gritar lo hace aun mas duro y nos peleamos muy feo, más bien me debo ir de la tienda a hacer algo así no me grita sin parar, así que me quedo callada o me voy para no soportarla. Llega la noche donde voy al lago muy nerviosa, me tiembla todo mi cuerpo, hasta me dan deseos de desistir de ir a hablar con él, pero de todos los hombres de la aldea es el único que me da confianza, es un mujeriego que voy a tener que acostumbrarme a eso, pero otro no quiero, me dan asco, sus miradas, sus gestos y cosas repugnantes que dicen, hacen que solo sienta asco por ellos y ni siquiera los mire. —Benjamín, gracias por venir. —La verdad que me dejaste dudando con tu pedido. —mira detrás de mi, sé lo que debe pensar, que me vengo a acostar con él—. ¿Dime, de qué quieres hablar?. —Si, usted sabe que vengo a hacerle una proposición ¿verdad?. —Lo deduje desde el comienzo, y si, no eres precisamente bonita, pero para pasar el rato está bien, no me afecta en nada. —estira las manos para tocarme cosa que me asusta haciendo que aleje sus manos. —No Benjamín, no de esa manera. —¿De qué manera entonces?. —Tengo una proposición que hacerle. —¿De qué? No te entiendo nada Catriel. —se aleja un poco cosa que me hace sentir un poco a salvo de nuevo—. ¿Qué proposición vas a hacerme y que me interese?. —No creo que le interese Benjamín, pero me gustaría que me escuche al menos. —Escucho. —Bueno. —miro hacia abajo y me friego las manos con fuerza—. Le propongo ser su segunda esposa. . .
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