DAKOTA —Ahí está —dijo Rachel con una sonrisa cuando entré a la habitación del hospital—. Esperaba poder verte antes de que me lleven al quirófano. —Escuché que te iban a operar —dije sentándome en una silla. Observé a mi hermana. Había perdido mucho peso desde que la habían ingresado. Las máquinas pitaban, monitoreando sus signos vitales, y la máscara de oxígeno colgaba en un soporte, ominosamente cerca. No la estaba usando en ese momento— tenía dos tubos en la nariz que rodeaban su cabeza—, pero sabía que en cualquier momento algo podría salir mal y tendría que ponerse de nuevo esa máscara que forzaba aire a unos pulmones que no hacían lo que debían. —Estoy tan aliviada —dijo Rachel—. Pero también tengo miedo. ¿Y si algo sale mal? —No puedes pensar así —dije tomando la mano de mi her

