ORIANA —Lamento todo este lío —dice Leandro—. Sé que no lo esperabas. Te prometí algo de tiempo libre para explorar durante este viaje. Hago un gesto con la mano y tomo otro sorbo de champaña. —Está bien. Mañana podré aprovecharlo al máximo. Se aclara la garganta y desabrocha el primer botón de su camisa de vestir. Mi pulso se acelera. —El hotel tiene visitas guiadas, ¿sabes? —dice—. Tal vez puedas ir a una de ellas. —Tal vez. —Paso mi dedo por el borde de la copa—. La verdad, si no estoy trabajando o cuidando de Summer, no sé bien qué hacer. Hace años que ni siquiera salgo a una cita. Presiono los labios. Maldición. ¿Acabo de decir eso? Debo sonar tan patética. Un golpe en la puerta me salva justo a tiempo. —Servicio a la habitación —dice alguien. Leandro va a abrir y deja pasa

