DAKOTA
—¡Frye! —la voz de Sebastian Stein retumbó por toda la oficina, haciendo que todos se encogieran, incluso mi secretaria.
Suspiré y me puse de pie. —Ya voy.
Pudo haberle mandado un mensaje a la secretaria que compartía todo el equipo, enviarme un mensaje privado al celular o un correo para que fuera a su oficina, pero a Stein le encantaba imponer autoridad y recordarle a todos quién mandaba.
Por más que me encantara el potencial de crecimiento que ofrecía Griffin Solutions, mi jefe era un completo imbécil.
Así era la vida. Todos teníamos que tomar lo bueno con lo malo. Era lo que había. Si no hubiera pensado que tenía una oportunidad real de sobresalir en esta industria trabajando para Griffin, no habría soportado las idioteces de Stein, pero sabía que podía llegar lejos si juga
