FERNANDA Después de la boda, me mudé del hotel a la casa de mi hermano y me instalé allí. Pasé tiempo con mi hermano y sus adorables pequeños hijos. Cuando entré al comedor a media mañana una semana después, Siena estaba sentada en la mesa del desayuno con Alan en una silla alta y Max en un saltador. Intentaba desayunar, pero entre Alan arrojando su comida y Max escupiendo leche, el omelet en su plato estaba intacto y se enfriaba. —¡Oye, pequeño, así no se comen los nuggets! —dije y me senté junto a él—. Mira, uno a la vez, y mordidas pequeñas, así es como les sacas el mejor sabor —Tomé un nugget y le di una mordida. —¡No! —gritó Alan y me arrebató el medio nugget, metiéndoselo en la boca. —Todo lo que tires, me lo voy a comer —amenacé—. Así que más te vale asegurarte de que esté en t

