RENATA —No puedo creer que hayas podido venir —sonreí mientras saludaba a mi mamá con el abrazo más grande. Su aroma familiar a vainilla cálida y azúcar llenó mis fosas nasales, y fue como si un peso se levantara de mis hombros. —Bueno, ya sabes, tenía el día libre y pensé que sería bonito almorzar contigo —dijo mamá con una gran sonrisa, su cabello castaño recogido en un moño—. Y sé que te encanta este lugar. —Sí, me encanta —admití mientras la seguía al restaurante Tex-Mex—. Me alegra mucho verte hoy. —A mí también me alegra verte —mamá me lanzó una mirada rara, algo sospechosa—. ¿Todo va bien en el trabajo? No pareces tú misma. Normalmente no te emocionas tanto por verme —añadió con una risa. Tragué la tristeza que se agolpaba en mi pecho. Esta mañana había recibido un correo avisá

