RICHARD Maldita sea. Mi cabeza palpitaba mientras me apoyaba contra la pared de mi oficina. El cumpleaños de Samuel había derivado en una maldita costumbre de salir todas las noches, todo para olvidar a Camila, lo cual era imposible considerando que me encontraba con su rostro cinco días a la semana. Las palabras de Samuel pesaban en mi mente, aunque las tomaba con cierta reserva. Camila es una mujer adulta. Y ni una sola vez había insinuado que éramos algo más que un simple rollo, ¿verdad? Mordí el interior de mi mejilla mientras me apartaba de la pared y me dirigía hacia la botella de agua en mi escritorio. La tomé y bebí el agua fresca, esperando que aliviara el dolor de cabeza. Resaca infernal. Tragué con fuerza, mientras seguía reflexionando sobre por qué Camila y yo no pod

