ORIANA Esto no estaba planeado. Quería abrazar a Leandro, pero debe haber malinterpretado mis intenciones. Y de repente, sus labios estaban sobre los míos y fue como probar el cielo. Y ahora aquí estamos, irrumpiendo en la puerta de nuestra habitación de hotel, besándonos como si nos fuera la vida en ello. Mis manos recorren su pecho, sintiendo los músculos firmes bajo su camisa. No puedo tener suficiente de él, no puedo acercarme lo suficiente. Quiero meterme dentro de él, estar tan cerca como dos personas pueden estar. Leandro rompe el beso, jadeando por aire. Nos miramos, con el pecho agitado. —Oriana —dice, con la voz áspera por la emoción—. ¿Estás segura de esto? No quiero presionarte para nada. Asiento, con el corazón latiendo fuerte. —Estoy segura. Nunca he estado tan segura

