EILAN
Estaba acostado en la cama doble de la pequeña habitación. Fernanda estaba acurrucada contra mí, su cuerpo cálido bajo las gruesas sábanas. Su respiración era profunda y rítmica. Dormía como muerta; después de todo el senderismo que habíamos hecho, no la culpaba. Estaba igual de agotado, pero mi mente no me dejaba dormir demasiado.
Subí las sábanas hasta mi barbilla contra el aire frío de la mañana que flotaba en la cabaña.
Quienquiera que haya abandonado esta cabaña tuvo la sensatez de cubrirlo todo con sábanas primero, y eso nos salvó. La ropa de cama, los cojines del sofá, todo lo que podría haberse arruinado por el polvo y el tiempo, estaba en condiciones semi-buenas gracias a que estaba cubierto.
La tormenta había rugido toda la noche, pero la cabaña resistió, sin filtracion
