Luis
Hacía mucho más calor en la costa este de la isla, y los edificios apiñados en las estrechas calles de Puerto del Rosario atrapaban ese calor. Cuando salí de mi auto con aire acondicionado, el aire caliente me golpeó como si hubiera abierto la puerta de un horno. Me apresuré al gimnasio pensando que debía haber algo mal en mí, ya que la mayoría de los británicos anhelan ese tipo de clima. Cuando abrí la puerta, otra preocupación se apoderó de mí y me detuve, consciente de mí mismo. Sintiendo el calor entrar y salir el frío, hice un movimiento decisivo, con la esperanza de que la tenue iluminación oscureciera el enrojecimiento de mis muslos.
Un rápido vistazo alrededor y vi que la habitación estaba casi vacía, y nadie parecía haberse dado cuenta de mi entrada.
Fui al mostrador y pag
