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1877 Words
El despertador me levanto al primer repique, estire el brazo y lo apague. Aun no me acostumbraba al ruido de ciudad. 5:45am y escuchaba pajarillos, autos, buses, motos y uno que otro grito. Ha pasado una semana desde que di de baja a Tiberio y cada uno había escogido su lado. No es que me sintiese mas que mis camaradas, pero no me sentí mal por haber guardado mas dinero del que les di, se que el fin que le tengo preparado a ese dinero era una buena causa. Encontré un apartamento tipo estudio en el centro de la ciudad, algo costoso en comparación con otros pero tenia justo lo que necesitaba, y un poco mas. Me levante de la cama y camine directo a la cafetera eléctrica. Suspire y el olor a café inundo mis fosas nasales, olía a gloria. Me senté con mi taza en mano, justo frente a la ventana por la que se veía la gloriosa ciudad de Medellín. No era como lo recordaba, aunque en ese entonces era muy chica y no vivíamos en una ciudad tan grande como esta, pero algo dentro de mi, muy al fondo, me dejo saber que no era mi lugar. Aunque no pensaba pasar por alto el lugar, sabia que tenia que buscar algo mas para mi y para mis planes. Me metí a la ducha luego de unos 15 minutos, el desayuno estaba rico pero muy silencioso y no era algo normal para mi, en la selva al menos el sonido de la tierra nos seguia a todos lados. Vi mi closet el cual consistía en dos pants viejos que traje en mi bolso y unas franelillas que corrieron la misma suerte e hice una mueca, no parecía el atuendo mas lindo para usar en un lugar así. Realmente, no quería ir a buscar a mi familia vistiendo así. Como guerrillera. Tome uno de los pants negros y una franelilla de color azul marino. Una vieja sudadera que era de alguno de los chicos y las viejas zapatillas que usaba cuando estaba de particular. Me vi en el espejo y no recordaba tener tan mal aspecto. Tenia que solucionarlo ya. Recogiendo mi largo cabello, el cual llegaba por debajo de mis nalgas, en una coleta alta en mi cabeza, salí del lugar cerrando con llave. Antes de ser raptada recuerdo que mama nos cortaba el cabello una vez al mes. Tenia dos hermanas, una mayor que yo por unos diez meses, la otra menor que yo por unos 11 meses. Eramos de esas familias donde todos parecen tener la misma edad, así que con lo poco que ganaba mi madre, siempre nos compraba telas lindas y sencillas y nos hacia vestidos iguales.  Mamá... Mamá era hermosa, igual que su nombre, Darcy. Era americana pero vivía desde hace mucho tiempo aquí en Colombia. Se enamoro de mi padre y se fue con el al pueblo donde nacimos. Pero papa murió cuando yo tenia 6, tenia alguna clase de cáncer. Y pronto, mama perdió ese brillo que tanto la caracterizaba y empezó a ser mas tosca y trabajar duro para mantenernos. Era modista, hacia piezas increíbles pero ya no sonreía tanto  como antes, ni sus ojos verdes reflejaban un brillo, ni su cabello rubio se veía impecable como antes. Poco a poco se convirtió en la sombra de lo que un día fue. Por eso jure nunca enamorarme, cuando tenia 12 y vi a mi madre, un Diciembre, beberse una botella de aguardiente ella sola, mientras creía que nosotras dormíamos pero lo que realmente hacíamos era esperar que llegara Santa Claus con nuestras Barbies de trapo, como les decía mamá. La vi llorar sin contemplaciones mientras brindaba con el cielo adornado de estrellas. Vi el dolor que aquel amor por mi padre había dejado en ella y me prometí no sentir nunca lo mismo.  -¿Seguro que esto me queda?- No estaba muy convencida con esos jeans corte alto, esos cortes en las rodillas se veían bien en otras ¿pero en mi? ¿con solo 1.58cm de altura? -Que si!! Ve y pruebatelos- la chica de la tienda estaba ya un poco agotada de mi y la entendía perfectamente, podía llegar hasta a cansarme de mi misma, mi intensidad era algo poco favorable para complacer a los demás, pero eso a mi, me sabia a mierda. Suspire y tome los dos tonos, el oscuro n***o y el desgastado jeans y fui al probador. La chica no se equivoco, me sentaban de maravilla. Rodeaban mi culo haciéndolo ver mas grande y firme y ajustaba en mi cintura haciendo que se viera mas diminuta de lo que era. No me mal entiendan, me gusta mi cuerpo. No soy alta y estilizada como Rubi- quien ahora, sin alias, se llamaba Alondra, como su abuela- soy todo lo contrario y me fascinaba: menuda, con curvas muy peligrosas y la piel blanca- a pesar de estar tanto tiempo en el monte siempre estaba cubierta por mi uniforme y arboles- así que no tenia un autoestima ultra bajo ni nada parecido. Tome los jeans, unas cuantas blusas, pague y corrí a la zapateria de enfrente. Llegue a mi apartamento con unas cinco bolsas, luego de los zapatos compre unos cuantos vestidos floreados y ropa interior muy linda. Deje todo ahí y volví a salir, la verdad tenia mucha hambre y la nevera vacía no me atraía mucho. Mientras iba bajando las escaleras del edificio- nunca tomo ascensor si no es obligatorio- marque el nuevo numero de Alondra, cuando la vi por ultima vez fue cuando se instalo en casa de su madrina con los gemelos. -¿Hola? ¿Natalia?- su voz se escuchaba emocionada y en el fondo pude escuchar la risa infantil que tanta calidez traía a mi corazón- Nat, ¿como estas? Nos haces mucha falta!!- Los chiquillos, antes llamados Martín y El n***o y ahora, Lucas y Alex por elección propia, estaban gritando alegres locuras en la bocina del aparato y me hicieron sonreír ampliamente mientras caminaba por la calle hasta la peluquería que vi en la esquina próxima. -También me hacen falta, muchachos. ¿Como les va allá donde tu tía? -Estamos bien, pero preocupados por ti, la verdad. ¿Cuando vienes a buscarnos? -¿No preferirías quedarte un tiempo mas alla? Es tu familia, Alondra- trate de persuadirla. En este momento no seria fácil hacer todas las cosas que tengo planeadas y ademas cuidar a dos chiquillos traviesos y una adolescente rebelde. -No, Nat- Voltee los ojos en blanco- Mi tía esta muy vieja ya y solo quiere que hagamos los quehaceres y gritarnos, ya no tiene nada de paciencia. Sabes que mis papas no viven en este país hace un rato y yo no me volveré loca con este par de desquiciados!!!- su tono exagerado me hizo reír -Bien. Dos semanas, eso te pido. Dame dos semanas para organizarme, buscar otro sitio donde vivir y empezar a arreglar todo, ¿ok? Por favor- le suplique, ya estaba en la puerta del salón de belleza- Tengo que irme. Pronto los llamare, ¿bien? Cuídalos, Alondra, por favor. -Buenas, dígame, ¿en que la puedo ayudar?- La rubia de la caja era muy servicial y eso me suavizo un poco. -Quisiera un cambio de look, por favor- Estaba un poco avergonzada, no estaba acostumbrada a ese tipo de atenciones de desconocidos pero sabia que me vendría bien. Necesitaba un cierre de ciclo y mamá siempre dijo que un corte de cabello era lo mejor para eso. Luego de 4 horas sentada con una persona arreglando mis manos, otra mis pies, un homosexual muy gracioso cortando mi cabello y discutiendo conmigo cada vez que la tijera se llevaba un poco de, lo que el decía, era " un cabello divino", una ultima chica depilo mi rostro y estaba lista para empezar desde cero. Al verme en el espejo no me reconocí y tome un par de minutos para asimilar el cambio. Mi cabello dejo de ser rubio cenizo y opaco para tomar brillo con unos reflejos, dejo de estar por debajo de mis nalgas para llegar hasta mi cintura en un corte en V que lo hacia ver mas sano y enmarcaba mi rostro, donde estaban unas suaves lineas rojas por la cera depiladora pero se notaba la piel lisa y el cambio en mis gruesas y definidas cejas. Mis manos y pies brillaban en color rojo y no pude mas que agradecerle a todos rápidamente y pagar para irme, antes de que las lagrimas salieran de mis ojos, tomándome por sorpresa ya que hace mucho que deje de ser una chica delicada y que lloraba por cualquier cosa. Supongo que el cambio de ambiente me devolvió los sentimientos, algo bueno tenia que tener aquello.  Mientras miraba perdida las 7 calles que separaban la peluquería del apartamento donde vivía actualmente, me encontré con algo que no había visto antes: una jugueteria. Lo pensé mucho pero entre, esos chiquillos merecían una linda infancia, y eso incluía juguetes. Salí con dos bolsas repletas de juguetes, ademas de ropa. Por suerte, en mi anterior exploración, compre varias prendas para Alondra también porque sino, el drama seria monumental. Llegue feliz a mi vivienda y abrí la puerta entre las bolsas de regalos y la caja de pizza que aun estaba caliente y suspire. Necesitaba esta nueva vida. Luego de una ducha, con cuidado de arruinar mi cabello, me senté con la pizza y mi vaso gigante de Coca-Cola y decidí empezar la búsqueda de mi familia. Opte por esa red social tan famosa de ahora y escribí el nombre de mi mama. Darcy Bennet. Salieron muchas opciones que fui eliminando mientras tomaba un largo trago de mi refresco favorito pero casi me ahogo cuando uno de los resultados se me hizo muy familiar. Largo cabello rubio, ahora mas oscuro. Ojos verdes maquillados. Sonrisa falsa brillante. Era ella, pero a la vez no. Ocupación: Diseñadora de modas Vive en: Miami Edad: 45 años. Era ella. Era mi madre.  Baje para ver sus fotos y publicaciones recientes y se veía en varios desfiles, sonriendo y rodeada de modelos. Por fin había logrado brillar, pero cuando lei la descripción de una fotografía en la que se le veía sola, en una casa de campo, tomando alguna bebida caliente y sonriendo, mi corazón lloró "Al lado de mis hermosas hijas y mi príncipe azul estoy completa". Quedé en shock. ¿Se había vuelto a casar? ¿Se había rendido en buscarme? Al parecer, no lo había hecho mucho ya que se veía que era muy exitosa en lo suyo y el éxito sólo viene de la dedicación. Me dolía el alma al pensar en que tal vez, mi familia me olvido tan rapido. Habían tres etiquetas que brincaban a tres distintos perfiles y que abri de manera inmediata en varias ventanas. Elizabeth Bennet. Romina Bennet. Samuel Harris. No podía creer que mis hermanas hubieran dejado de lado el apellido de mi papá sólo por la apariencia americana que daba el de nuestra madre. Me parecía una traición a la memoria de mi padre y me hervía la sangre, así que decidí calmarme un poco y mirar el perfil del nuevo esposo de mi madre.
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