Cuando quieras

1559 Words
Consuelo y Vidal habían visitado a los médicos para un chequeo de la mamá y otro de los niños. Consuelo estaba espectacularmente bien, muy saludable. El médico había insistido en elegir un método anticonceptivo. Ella había insistido en algo simple, como las pastillas, más la lactancia. Debería estar más que lista. En cambio, la cita con los bebés fue demasiado larga. Su pediatra les había sacado el rato, y los dos parecían divertidísimos jugando con su corbata, siguiendo los objetos con la mano. —Estos dos están enterados de todo en la casa. —Sí, sus hermanos los agarran de peluche y les narran su vida —el doctor se ríe. —Serán chismosos o periodistas si nos va bien —comenta Consuelo, y el doctor se ríe. Luego les da unas cuantas indicaciones antes de dejarles ir de vuelta a casa. Alice, Leonor, Anastasia y Tessa están sentadas viendo la piscina, mientras Mariana y Natalia intentan cocinar una lasaña con su abuela. Xavier y sus amigos están practicando en el sótano de la casa. —Pongamos cámaras. —Se me había olvidado, pero Santiago está por venir a colocar los seguros y las aplicaciones —comenta. Consuelo lleva a sus hijos a darse una vuelta por la piscina, se sienta al lado de Tessa y se moja los pies. —¿Quieres hablar, princesa? —Estoy súper bien, solo con los pies inflamados. —Están cocinando y no estás dando órdenes. —Me lo dicen todo el tiempo —las dos ríen y Consuelo le da un beso. —Cuando quieras contarnos, nos cuentas. Por mientras... —Pete… parece que le gusto, al día siguiente me ignora. Ahora está saliendo con alguien, es desesperante. Quiero ignorarlo, pasar de él, pero me duele físicamente el pecho. El dolor es real. —Toma ibuprofeno. —Consuelo… —Mi amor, hace unos años leí que si te sientes mal por mal de amores, es mejor tomarse una pastilla para ayudar con el dolor. Y segundo, Pete no es el único chico en el universo. Es el único que te ve por lo que eres ahora, pero si quisieras un novio, si estuvieras abierta al amor y lista para ser amada, lo tendrías —responde, y le da un beso y un abrazo. Santiago y su equipo llegaron a instalar las alarmas para ventanas, puertas y la alarma general de la casa. Además, pidieron los celulares y aparatos electrónicos para el inventario y conectar los trackers. Consuelo le dio a su esposo una bebida y lo abrazó por la espalda, luego le dio un beso en los labios. —Nos vamos a ir al infierno. —Es solo por emergencias —comenta, y él se ríe. La llena de besos. —Entonces deberíamos estar planeando una especie de segunda luna de miel. —Sin embarazo —responde Consuelo. —No puedo dejar a los niños. —Es muy malo si dejamos a los niños mayores en casas ajenas, y si mandamos a los pequeños al primer piso con mamá y papá… —Todos sabrán que estamos follando, pero si eso te hace sentir cómoda… —los dos ríen, y Tessa pasa a su lado, algo molesta. —¿Qué le pasa? —Mal de amores. —Cuando necesitemos tener esa conversación con Tessa y Anastasia, puedes tenerla con ellas y Francesca. Paso de participar. —Vale. Vidal está llenando de besos a su esposa cuando sus hijas menores aparecen y se aclaran la voz. —Así se hacen los bebés —comenta Alice, disgustada. —Lo estamos sospechando —comenta Anastasia. —¿Por qué están haciendo un inventario? ¿Por qué ocupan nuestros electrónicos? ¿Por qué hay tantos hombres? —Anastasia, ya lo conversamos —comenta Santiago—. Es un tema de seguridad. —¿Seguridad para quién, Santiago…? —pregunta. —Seguridad para todos. Vivimos en un lugar alejado, la casa es muy grande. No queremos guardias de seguridad, pero sí deberíamos tener un equipo de defensa a disposición. Y necesitamos cuantificar las cosas de valor que hay en esta casa, Anastasia. —Siento que nos están poniendo rastreadores, lo cual es una pésima inversión, porque si estuviese planeando escaparme, dejaría el teléfono para que lo sepan. O lo llevaría y lo vendería antes de empezar a huir para hacer dinerito —responde Alice. —Cuando seas mayor, te contrataremos un guarda de seguridad que te acompañe a todas horas, porque tienes tus ideas muy claras. —Yo camino con cuatro y siempre logro desaparecer, es para ver si están trabajando, y eso es control de calidad —comenta Leonor, y Consuelo entrecierra los ojos antes de mandarlas a jugar urgentemente y dejar de pensar en cosas locas. Santiago se queda en silencio mientras las niñas parten, y les advierte cuando están lo suficientemente lejos: —Son niños horribles. Yo, cuando tenga hijos, voy a encerrarlos como a Rapunzel. A Regina le va a dar algo, pero es mi decisión unilateral y voy a pelear por ello. Consuelo ríe, porque conoce a su mujer y está casi segura de que Linnie y yo se lo permitiríamos. Regina lo encerrará a él primero y ella y su hija se irían por el mundo a divertirse. La cena es espectacular, porque los papás de Leonor la dejan quedarse a cenar como mínimo, y esta parece disfrutar tener tantos hermanos mayores que ella. —Leonor, ¿a qué te dedicas? —pregunta Tessa para molestar. —Bueno, estoy metida en karate, llevo un curso de oratoria y, la verdad, estoy muy interesada en el latín. —¿Nada de música? —pregunta Xavier. —Toco el arpa y me gusta un poco más la batería. —¿Tú tocas una batería? —Mis papás me dejan hacer cosas de princesa y cosas anti-princesa para que viva un poco —responde, y Consuelo sonríe. —¿Qué se siente tener un castillo? —En teoría tengo tres castillos, pero solo he vivido en dos y visitado el tercero. Hubo una guerra antes de que yo naciera, mi mamá tiene su propio castillo, mi papá tiene el suyo y mi tía se dejó el de un hombre terrible. —Amo todo este chisme royal. —Sí… —¿Tienes primos guapos de mi edad? —Sí… podría presentarlos —comenta Leonor, y Tessa asiente feliz. Su hermano se ríe, y los demás se contagian. —No vas a ser princesa ni reina, ubícate —todos ríen mucho más. —Mis tíos están en la línea de sucesión y serán reyes en algún momento de la vida, eh. —¿Cuántos años tienen los tíos? —pregunta Tessa. —¿Van a cumplir sus veinte? —Estoy enamorada. —comenta Tessa. —Son como de tu color. —Son un poco europeos... mi abuela es española y ellos salen un poco más a ella. —Preséntame a los dos Leonor. —¡Tessa! —Leonor, después hablamos —comenta, y la pequeña asiente. —En mi país son muy comunes los matrimonios arreglados. —Lo que pasa es que no tenemos terrenos para pagar la dote de Tessa —comenta Vidal. Consuelo se ríe ante la broma de su esposo, este sonríe y Leonor tranquilamente parece tener su propia solución: —Tienen cuadros, eso es suficiente. Y si es por amor, mi abuelo, el rey Isam, lo permitiría. —Leonor, tus papás y tu abuelo te van a matar. —Soy la cabeza del trono, puedo decir lo que quiera, matarme podría generar una guerra. Solo no puedo casar a nadie por ahora. —Imagínate en treinta años, amiga... serás imparable. —Las cosas que voy a hacer —contesta Leonor, divertida. Los papás de Leonor pasan por ella, acompañados de sus hermanos, quienes tenían como misión ver a Anastasia porque Habib la ha visto solo en fotografías y le ha parecido guapísima. —No puedes tener a mi amiga, porque es mayor y porque yo digo que no. Vamos al auto. —Hola, soy Habib. —Anastasia —responde y agita su mano. —Ha estado casando a sus tíos con mi hija mayor. Dijo que de dote, el arte le viene bien. —Ay, Leonor… Leonor… —se queja su madre. —Es una celestina empedernida. —Es divertidísima. Alice cumple pronto y los esperamos a los cuatro. —Mi hijo, Habib tiene una nueva obsesión por Anastasia, la cual es enfermiza y sin fundamento —se queja su padre, y todos ríen. —Anastasia adora que se obsesionen con ella —los cuatro ríen. —Cené lasaña y doña Marita es un genio de la cocina. Él pone la verdura dentro, creyó que no lo iba a notar, pero está muy bueno. —Hay gente que en casa solo come si los alimentos no se tocan —comenta Leonel, y Consuelo asiente. —Alice se llama esta persona en esta casa y es alérgica a todo lo que no le gusta. —Muchas gracias por cuidarla, nos vamos, que mañana hay escuela. —Bye, Al. —Bye, Leo. —Anastasia, siempre es un placer vernos —responde y se despide de ambas con un beso y un abrazo. —Pueden venir a nuestra casa cuando quieran —les asegura Laila, y Consuelo les da las gracias y se despide de ellos.
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