Capítulo Veinte: Libertad.

1957 Words
A Holly nunca se le vio más desesperada, llegó a un punto en donde su rostro estaba tan pálido que parecía haber salido directo de una tumba. Arth se había desmayado en el suelo y la chica no hallaba manera de reanimarlo, cosa que le preocupaba muchísimo. Buscó en el kit de primeros auxilios el alcohol que habían estado utilizando, y aunque lo colocó en la nariz del chico, este no pareció reaccionar por mucho de que lo intentara. Confirmó que los latidos de su corazón se escucharan fuertes y claros, cosa que así era, quizá iba demasiado rápido su latir, pero logró calmarle la mente. Decidió esperar un rato, ya que pensó que de ese modo, en algún momento, el chico recobraría la consciencia. Lo sabía porque ella misma se había desmayado en ocasiones anteriores, y el conocimiento solía recuperarse momentos después, generalmente eran causados por emociones fuertes, pero lo que le causó cierto ruido fue el estado en el cual se encontraba el más alto cuando ingresó al lugar. Cuando le escuchó hablar acerca de lo que había visto, comenzó a angustiarse, y es que no sabía si se trataba de una nueva mutación o algo por el estilo, tal vez una nueva clase de criaturas que nunca habían visto antes. No quería ser pesimista, pero dentro de sí, tenía claro que era muy probable que la situación empeorara. Si ya de por sí era mala, no quería saber cómo sería su peor faceta. Casi siempre, las situaciones tenían el poder de empeorar, eso era lo que tenía la cabeza de la pelirroja a tope, pensando en qué podía hacer para calmar al chico si lo que pensaba tenía el poder de hacerle quedar en ese estado tan deplorable. Minutos después, como por arte de magia, Arth recobró la consciencia, logrando levantarse pesadamente con lentitud. Holly le pidió que por favor lo tomara con calma, que no se estresara, que no había motivo para tal cosa. —Tengo que contártelo, ha sido algo horrible...— expresó el más alto de los dos, mirando directo a los ojos de la chica, aún pareciendo un tanto afectado. —Puedes hacerlo, pero al debido momento, no te sobre esfuerces, estás muy pálido, me preocupa— le hizo saber la chica, con una expresión de advertencia. —No es un esfuerzo mayor al que hice ahí dentro, créeme— contestó este, testarudo. La pelirroja no quería darle la razón, pero terminó asintiendo un rato después, convencida por la buena defensa que presentó el castaño. Sentía su brazo arder con furia, pero creía que era a causa del gel que estaba curando su piel sensible.  A veces cerraba los ojos para intentar concentrarse en lo positivo de su vida, porque el dolor se hacía intenso cuando rozaba la extremidad herida con alguna superficie. Sentía que no volvería a ver a su familia, ni a su melliza. Después de lo ocurrido con Peter, supo que ese momento le había dejado una marca permanente y que sería difícil poder concebir al mundo de la misma manera en la que solía hacerlo cuando estaba más pequeña. Una vez que observó que la faz del chico mejoró un poco, dejó espacio cerca de sí para que se sentara adecuadamente y comenzara con el relato que tanto moría por hacerle saber. —Bueno, sabes que todo inició cuando salí a buscar las provisiones— dijo, de nuevo. —Sí, podemos saltarnos esa parte, puedes estar tranquilo—le respondió la de cabellos cobrizos. Arth asintió ante lo dicho, tomando en su mano la de la chica, cosa por la cual ambos parecieron enrojecer solo un poco, aún tenían ese efecto entre ambos, incluso habiendo pasado por tanto, tenían la facilidad de parecer adolescentes fugados de clase. La chica consolidó el agarre, queriendo darle seguridad a quien quisiera que fuera más que su amigo.  Solamente así, fue que él se atrevió a volver a hablar, como si le hubiera dado la dosis de coraje que le faltaba. —Todo estuvo normal cuando logré entrar a esa casa, huí de varios de esos seres, pero pude salir ileso, cuando quise dirigirme a alguna despensa en busca de lo que había ido a investigar, lo que me encontré, fue con los ojos de un felino mirarme desde la oscuridad de la construcción, por medio del enorme pasillo que conectaba a las habitaciones con la sala de estar. Me di cuenta de que la casa se veía en muy buen estado, como si se tratara de la propiedad de algún millonario, por lo que me causó curiosidad y decidí adentrarme más hacia la misma dirección donde se encontraba el animal, pero me detuve de repente. Antes creí que se trataba de un gato doméstico, pero no era de ese modo para nada...  Te aseguro que era enorme, no sabía que existieran ese tipo de criaturas, no tenía idea de qué hacer ante una situación así, pero tengo presente que incluso en este momento aquella criatura quiso devorarme desde el segundo uno. Noté que sus ojos no eran de las tonalidades que les hubiera visto alguna vez a los gatos, estos estaban inyectados en sangre y tenían un brillo opaco, como si no me miraran a mí del todo. Fuera de eso, el hedor que desprendía no era algo que pudiera considerar normal.  Al contemplar sus verdaderas intenciones, me retiré con cierta cautela, comenzando a retroceder en mis pasos, hasta llegar a tocar algo detrás de mí, esto se trataba de las escaleras que daban a la segunda y tercera planta, así que me tranquilicé un poco al saber que tenía terreno frente a una criatura de tal calaña. Cuando menos lo esperé, este animal saltó, sin previo aviso, orientando sus garras enormes hacia mi rostro. Caí sentado en el suelo, completamente desesperado, me arrastré hacia atrás, fue ahí cuando el universo pareció escuchar mi plegaria, pues había una pequeña puerta escondida entre el papel tapiz que cubría parte de la estructura de las escaleras. Supe que mi pase de salida estaba hecho. No sé cómo lo hice, pero logré abrir esa puertecilla, adentrándome en el pequeño espacio que suele quedar en ese tipo de viviendas, fue tan rápido, que no pude asimilarlo sino hasta que me encontré encerrado en ese diminuto espacio. Apenas estuve dentro, te aseguro que pareció una película de misterio, sentía al mundo moverse en cámara lenta, los sonidos convertidos en ecos lejanos, al felino intentando alcanzarme aunque la puerta estuviera cerrada, y sobre todo, mis ojos encontraron lo mejor que pudo haberme pasado en ese instante. Al parecer, había una entrada extra hacia el sótano desde ahí ¿Puedes creerlo? Yo sigo pensando que solo ha sido cuestión de suerte, una suerte demasiado grande el que no esté muerto ahora mismo. Sin dudarlo, abrí la compuerta que guiaba hasta el lugar y salté despreocupado, ya que no habían escalones disponibles dentro, solo podía observarse el suelo debajo. La caída era lo de menos, pues me daría el tiempo suficiente para escapar. Lo que no pensé encontrar fue algo como eso, un laboratorio tan grande y lleno de fórmulas que pensé que mi cabeza explotaría. Todo esto pude verlo debido a que había servicio eléctrico, lo cual tenía sentido, considerando el lugar en donde estaba...—. Holly le detuvo de repente, haciendo que parara de contar su experiencia. —Alto ahí ¿Dices que invadiste propiedad privada?— formuló, casi escandalizada su contraria. —Por una buena razón— se defendió el mayor, pensando que ese era el menor de los problemas. —Aunque haya sido así, no sabemos a quién pueda pertenecer ese lugar ¿Y qué si encontraste algo confidencial allí dentro?— expresó, preocupada la chica —No tenemos manera de saber si en este preciso momento puedan estarnos siguiendo ¿Sabes lo grave de esto?—. —Holly, no es por arruinarte nada, pero ¿Acaso se te olvida que ahí fuera hay un apocalipsis?— formuló harto el chico. —¡No se me olvida!— exclamó ella, comenzando a enfurecerse— Lo que digo es que ¿Y si esa criatura a la que viste fue creada en ese lugar?—. Fue entonces cuando Arth se blanqueó como un papel. Él había dejado libre a la criatura. ... Una vez que Heather había logrado hacer su primera pesca con lanza, pudo jurar en su mente que no había sido tan feliz desde hacía mucho tiempo. No era que la situación le agradara demasiado, puesto que el fin del mundo no le agrada a nadie en absoluto, pero desde que había llegado a esa casa, al convivir con dos personas desconocidas tan distintas a sí, podía decirse que tenía menos preocupaciones. Recordó aquél horroroso día en el cual despertó dentro de una cava cuarto, a merced de una bestia con facciones tan parecidas a las humanas que no había manera en el mundo de poder olvidarlas. Intentó devorarla. La chica tragó saliva con fuerza, secando el sudor de su frente, pues este le escurría por haber estado tanto tiempo expuesta a los rayos solares tan intensos. Tenía una sed tremenda y estaba segura de que Evans iría con ella en unos minutos. Se había encariñado con el chico, a pesar de no provenir de la misma familia. Quiso eliminar de su mente el recuerdo de la criatura que intentó comer sus sesos. Pensó en que no se había topado de nuevo con alguien así, cosa que agradecía internamente. Llegó a pensar que incluso ese estado era una especie de limbo, en donde aún no se había convertido todavía la persona en un ser despreciable y nauseabundo, pero que comenzaba a serlo, saliendo a la luz los primeros instintos, sumados a la ridícula necesidad de alimentarse de carne y sesos humanos. En ese limbo, pudo jurar que se hallaba la primera criatura con la cual se encontró. Todo eso de las teorías se lo habían hecho saber tanto Stella como Evans, puesto que en su experiencia, no había tenido que luchar tanto como para llegar a identificar patrones de conducta en los que apodaban caminantes . Esperaba no tener que hacerlo, ya que sería, en su opinión, una pérdida de tiempo. Solo era cuestión de meses para que infectaran la isla por completo, siendo que si las autoridades no hacían nada, el pueblo estaba destinado a una muerte desastrosa. Supuestamente, el agente que les hacía cambiar así de repente provenía de las siembras. Cuando la pelirroja se enteró de eso, no pudo asombrarse más, ya que llegó a pensar que una cosa así no podría suceder más que en la ficción. Siendo que la realidad se usaba de inspiración para el cine, no tenía mucha lógica, pero menos la tenía el estar viviendo un apocalipsis sin siquiera saber que podía existir algo por el estilo. La confusión rodeaba a los pocos pobladores que quedaban. Supo que Evans, aún a su corta edad, había hecho varias expediciones solo, y había tenido éxito en todas ellas, aprendiendo cómo actuar con los ya mencionados seres moribundos. Había localizado a un par de familias que seguían con vida, y le advirtió que pronto deberían hacerles otra visita, y quería explícitamente que la mayor le acompañara. En el pequeño riachuelo que llegaba hasta dentro de la cerca que había instalado el chico, podían observarse varios peces sanos, pues se enteró de que también los animales podían intoxicarse con dichos alimentos. Cuando divisó al adolescente caminar hacia sí desde unos cuantos metros a la distancia, pudo respirar con calma. Podía acostumbrarse a esa vida fácilmente, de no ser por la necesidad flameante de hallar de nuevo a su melliza y a sus amigos con vida.
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