Capítulo Once: Segundo Aire.

1915 Words
La pequeña Heather, de siete años, regresó un día más temprano de la escuela, cosa que era muy extraña de ver, ya que su melliza siempre estaba con ella, sin embargo, esa vez llegó sola, esperando que de ese modo sus padres pudieran prestarle mayor atención. La casa estaba en extremo silenciosa, y eso no era muy común de ver en la familia Bridgerton, pero algo le decía a la niña que si hacía aunque fuera el más mínimo ruido, acabaría con esa aura mágica. Se acercó hasta la cocina, donde halló a su padre haciendo galletas, estirando la masa uniforme en la mesa para luego darles forma con el cortador de estrella, como les gustaba a las mellizas. Heather sonrió feliz, estaba muy contenta de haber regresado antes que su hermana, quien solía llevarse parte de la atención que le correspondía. La razón por la que había llegado antes se trataba de que su maestra les había encargado una tarea que les mantendría ocupados, según ella, toda la tarde, pero la pequeña pelirroja antes mencionada, fue la primera en terminar, así  que le fue otorgada la posibilidad de dejar el recinto primero, a modo de premio. La pequeña accedió, muy contenta por lo que había logrado, y en vista de que su lugar de residencia quedaba apenas a tres calles por el camino principal, todo estaba bajo control. Además, desde que cumplieron seis años, las mellizas se iban a casa solas, así que riesgo tampoco había demasiado. Tuvo la opción de esperar a su hermana, pero no quiso, quería correr a contarle a sus padres el logro que había tenido ese día.  En cuanto puso un pie en la cocina, su padre la recibió con una sonrisa, quitando los restos de harina de sus manos para acercarse a su pequeña y cargarla por los aires. ─¿Cómo le fue a mi niña preciosa?─ preguntó, besando su mejilla poco después, a modo cariñoso, sin embargo, notó que la otra de sus hijas no estaba con ella. Frunció el ceño y decidió saber más ─¿Dónde está Holly?─. La pequeña se quedó sin habla, pues esperaba que su padre le preguntara cómo había ido su día, no sobre su hermana melliza, no es como si estuvieran unidas en carne y hueso.  A la pelirroja se le vio derrotada, pero contestó. ─Se quedó haciendo los deberes, pero yo terminé antes y la maestra me dio esta calcomanía─ dijo, señalando su mano, donde se hallaba una pequeña estrella brillante ─Dijo que podía salir antes, por eso estoy aquí─. Su padre la sentó en una esquina de la mesa de madera, mirándola directamente a los ojos, por lo que Heather se sintió un tanto triste, esa era la mirada que tenía cuando le daba sermones. ─Cariño, me alegra que hayas terminado antes, pero debes saber que siempre has de esperar a tu hermana, en la situación que sea, ustedes son un equipo y lo serán siempre, así que aunque puedas terminar y regresar antes, por favor espera por ella, como ha hecho tantas veces contigo ¿No pensaste en lo triste que debe sentirse regresando a casa? Sabes que no le gusta estar sola─ indicó Hender, con aire serio. A Heather se le cristalizaron los ojos, pues sabía que lo que decía su padre era cierto, quizá había sido egoísta y solo se preocupó por su propio bienestar.  Asintió ante las palabras de su progenitor, bajando luego de la mesa para ir hasta las escaleras de la parte frontal de la casa, donde tomó asiento, esperando ver a su hermana por el camino.  Pronto, llegó a casa, y observó cómo su rostro tomó alegría a medida en que se acercaba más y más, de modo que cuando estuvo cerca de ella, la abrazó con todas sus fuerzas, diciendo cuánto la había extrañado. Heather prometió que nunca más la dejaría sola, y así fue, cada vez que tuvo la oportunidad de dejarla sola, no lo hizo, se quedó junto a ella, como su padre le había recomendado, por eso su relación era tan fuerte y estable. Rato después, llegaron a casa sus hermanos junto a la madre en el auto familiar, así que corrieron a recibirlos con alegría, como siempre. Se encontraban muy ajenos, sin notar al pequeño niño que observaba la escena desde la ventana de su cuarto en el piso superior de la casa de en frente. ... Los recuerdos hacían que su cabeza doliera de repente, estar bajo el sol de seguro le afectó. La pelirroja no podía estar sin Holly, esa era su mayor preocupación, habían vivido juntas la mayor parte del tiempo, y el que de pronto no estuviera, era muy extraño, era como perder una parte de sí misma. Ahora la situación era muy diferente, estaba en compañía de un chico de máximo trece años, quien le servía de guía hacia su morada. Al llegar a esta, se dio cuenta de que se trataba de una granja, estaba cercada, supuso que a razón de los caminantes. Tenía un molino justo al lado, y este daba buenas ventiscas, así que el nivel de calor bajó un poco. El chico le hizo entrar en el establo, luego de asegurarse de cerrar bien las puertas.  La de cabellos llamativos asintió, haciendo lo pedido. Observó a varios caballos, dos vacas y varias cabras moverse de un lado al otro por secciones, también creyó ver conejos y gallinas. La vista era totalmente maravillosa, era como entrar en otro mundo, así que se quedó mirando a cada animal con una concentración infinita. El chico le hizo volver a la realidad y le dijo que su madre estaba allí, hacia el fondo, ordeñando a las vacas. Caminaron hasta el lugar indicado y de inmediato, la mujer volteó hacia ellos, era entrada en años, con el cabello color azabache brillante, liso y largo atado en dos trenzas, llevaba puesta una bata con bordados coloridos. Dejó lo que hacía para acercarse hasta ellos. ─Evans ¿Quién es ella?─ formuló firme hacia su hijo, quien se encontraba rígido por el momento. ─La encontré en el camino, madre, parece estar sana y lucía perdida, creí que podía sernos de ayuda aquí. Sabes que estamos solos─ contestó en su defensa el chico. ─Está herida─ soltó la mujer, con semblante tétrico en el rostro. ─No es lo que piensa, de verdad, podrá ver que si me quita la venda no es una mordida, es un raspón─ intentó aclarar Heather, pero la confianza no le fue cedida. ─Veamos entonces─ la retó su contraria, acercándose a ella, tomando su brazo para inspeccionarlo. La pelirroja sintió su pulso acelerarse sin motivo aparente. ... Cuando Jaden se dio cuenta de que debían salir a cazar para la aldea, sintió nerviosismo recorrerle todo el cuerpo, sobre todo por el hecho de la incertidumbre, el no saber si regresarían con bienestar o si lo harían siquiera. Era de algún modo como ir a la guerra, solo que él no tenía de quien despedirse ahí, eso le tenía con los ánimos por el suelo.  Tomó su arma y se la colgó del hombro, intentando hacer que los pensamientos deprimentes abandonaran su cabeza.  El rubio jamás se había sentido tan abatido en su vida. Si bien podía salir del territorio y huir de esas personas, no tenía un rumbo fijo el cual tomar, no sabía si podría regresar a su hogar. Tantas incógnitas le dejaban congelado en su lugar. Alenka le hizo una seña con su cabeza, a modo de que le siguiera junto al resto del equipo, una vez más se encontraban anocheciendo, de ese modo, se dividirían el trabajo. Alenka y Jaden irían a la caza, mientras que Jov y Derry se quedarían a hacer la vigía de esa noche en la entrada. Apenas se adentraron en el pequeño bosque que rodeaba a la fortaleza, encontraron varios animales, pero estaban infectados, estos podían observarse en la lejanía. La caza era simplemente encontrar alguna especie de animal que no estuviera infectado para poder darle descendencia y una buena vida en la aldea.  Allí trataban de no consumir animales, siendo en su mayor parte veganos, pero en ocasiones especiales solían comer conejos, los que estaban más adultos. El hecho de estar solo los dos, no le daba demasiada oportunidad de escapar al rubio, por lo cual se mantendría al lado de la chica. Estuvo detrás de ella todo ese tiempo, con la mirada y los oídos agudizados. La de aspecto albino era la que conocía más esa área, por lo que la seguía debido a eso.  ─¿Nunca habías ido de caza?─ preguntó ella. ─La verdad, no. Aunque tengo una pregunta ¿Les dispararemos a los animales?─. ─Les disparamos simples sedantes, que los mantendrán dormidos por un tiempo─. En eso, la muchacha le invitó a subir al todo terreno que tenían allí, para de ese modo tener donde transportar lo que cazaran. Él subió sin discutir, en el asiento del copiloto, dejándole libre el camino a la mujer para que condujera. Así lo hizo, emprendiendo esa nueva aventura que sería conseguir vida para la aldea. Pasados varios kilómetros, lograron divisar un lobo solitario que parecía herido, pero no de mordida, sino atravesado por una flecha. Esto hizo a Alenka fruncir el ceño y parar de inmediato, bajando a ayudar al pobre animal que se veía cada vez más moribundo. Estaba aullando en busca de ayuda, como si llorara, cosa que afectó a Jaden en sobre manera. Bajó junto a ella, siguiéndola de cerca, protegiendo sus espaldas. Cuando llegaron hasta donde se encontraba el cuerpo del lobo, la muchacha quitó la flecha del costado del animal, con sumo cuidado, encargándose de vendarlo para que su sangre no brotara en tanta cantidad. Entre los dos, lograron cargar el cuerpo hasta la parte trasera del vehículo, en una medida desesperada, todo para mantener a salvo a la criatura, de la cual podían sentir cómo su vida se escapaba por segundos. No querían que muriera, por eso la chica iba a toda velocidad de vuelta hacia la aldea, razón por la cual en menos de quince minutos, estaban de nuevo en el territorio.  Alenka les hizo señas a los que se encontraban haciendo vigía, los cuales dejaron su puesto para ir a ayudarles. La chica le hizo señas para que volvieran a cargar al animal, el cual no parecía respirar, así que, la tensión estaba disparada allí, abarcando totalmente el ambiente. A esas horas no había casi nadie merodeando por los alrededores, pero vaya que despertaron la atención de los que por ahí habían. Pasados unos segundos en donde llamaron a los médicos de la aldea, colocaron el cuerpo del lobo en medio del gran patio, en una cobija con bordados bastante llamativos. Cuando hubo llegado la mujer que parecía ser la encargada de la salud de los animales de la aldea, esta empezó a trabajar con sus herramientas artesanales y menjunjes medicinales hechos de distintas hierbas.  Momentos después, el lobo comenzó a respirar de nuevo, fue entonces cuando se dio cuenta de que prácticamente todos los habitantes de allí estaban rodeando el acontecimiento, incluyendo a Odis. Se encontraban en posición de imponer energías, justo como las personas que había visto practicar reiki hacía unos años, una especie de actividad que implicaba que la utilización de la vibra propia para sanar a los demás. Jaden se extrañó de todo ello, pero no dijo nada. El momento se sintió muy espiritual, y no sabía cómo explicar eso.
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