Familia

1462 Words
-              ¿Qué hacen todos aquí? – preguntó viendo a toda mi familia reunida – solo me fui un mes – digo y todos sonríen. -              Pero a mí no me ven hace más de un año – responde mi tío Oleg abrazándome – hola pequeña ¿Cómo estás? -              Agotada – respondo y él besa mi mejilla.  - ¿sigues dándome dolor de cabeza? – todos estallamos en una sonora carcajada ya que desde niña me dice lo mismo. Después de los saludos entramos a la casa vamos al salón principal y nos sentamos, mientras una de las empleadas de mamá nos sirve tragos. -              ¿Cómo estuvo la reunión? – pregunta mi abuelo mientras me entregan mi vodka con red Bull. -              Bien, el acuerdo con los Miller tiene unos pequeños vacíos legales, pero nada que nuestros abogados no puedan solucionar – respondo mientras bebo un poco de mi vaso. -              ¿y el vuelo? – pregunta mi tío Guido -              Tranquilo, Líam me facilita las cosas – respondo y mi madre sonríe. -              Déjenla tranquila – dice mi madre sentándose a mi lado. -              Tiene razón, solo me fui un mes y en dos semanas me vuelvo a ir por una semana – digo y todos asienten. Comenzamos a platicar de cosas sin importancia. Mientras lo hacemos observo a las personas sentadas a mi alrededor, las mismas personas que han hecho mi vida maravillosa. Pero sobre todo mi madre Cirilla Sokolov, quien se ha esmerado por hacerme feliz toda mi vida. Sé que ella no es feliz, que aún siente el vacío de la muerte de mi padre a pesar que ha pasado tanto tiempo, pero sé que su amor fue muy intenso y verdadero, que a pesar de que él haya muerto ella lo sigue amando de la misma forma. Aunque ahora se encuentra en una relación, ella jamás se quita su anillo de compromiso, ni argolla. Al igual que el collar de matrioska igual al mío y que papá nos dio a las dos. Aún recuerdo cuando nos contaron a Romeo y mi, lo que sucedió con mi padre y con la madre de él. Nos devastó, pero en ese momento decidimos siempre ponerlos primero en todo, aunque nosotros fuimos criados por muchas personas, todas ellas nos llenaron de amor. Mis abuelos, mi tío Oleg, mi tío Guido, mi tío Donato y por supuesto mi madre que fue igual para Romeo. Siempre han estado para nosotros, nos premiaban y castigaban de igual forma. Como Romeo y yo cumplimos años el mismo día siempre tuvimos una gran fiesta, pero diferentes regalos. Todos han estado en primera fila para celebrar nuestros triunfos y todos han estado para apoyarnos en nuestros fracasos. Romeo y yo siempre nos presentábamos como hermanos, pero como nadie nos creía dejamos de hacerlo. Es que somos tan diferentes él es un atractivo hombre mide metro noventa, tiene un cuerpo bien formado a punta de ejercicio que lo hace lucir espectacular en traje y cualquier cosa que se ponga. Su cabello castaño y ojos cafés iguales a los de mi tío Guido son la combinación perfecta para hacerle perder la cabeza a las mujeres. Por el contrario, yo, aunque tengo el cabello castaño oscuro muy hermoso, heredé de mi padre sus magníficos ojos azules, mido un metro setenta y tres, tengo un tono de piel nívea y mis rasgos rusos me otorgan una belleza exótica. Considero que tengo un buen cuerpo, logrado a punto de ejercicio, ballet y gimnasia desde pequeña. Cuando terminamos de cenar decido quedarme a dormir en casa de mi madre, así que me despido de toda mi familia y subo a mi habitación donde me doy una ducha para luego ponerme un pijama y me acuesto quedando profundamente dormida. Esa noche unos hermosos ojos azules aparecen en mi mente haciéndome sonreír. A la mañana siguiente abro los ojos lentamente escuchando como se abre la puerta. -              Buenos días amor – escucho la voz de mi madre y al instante siento la cama hundirse. -              Hola mamá – digo acostándome de medio lado para observarla. Como siempre desde que tengo memoria, ella me regala una deslumbrante sonrisa mientras me acaricia el cabello. - ¿Qué hora es? – preguntó mientras me siento en la cama y ella me entrega una taza de café. – tengo una junta. -              Es temprano amor – responde ella con su habitual ternura – por eso te vine a despertar, Romeo también está aquí, pero salió a correr. -              ¿y por qué no me despertó? – preguntó haciendo un puchero. - ¿Cómo estás? – preguntó -              Bien, aunque estoy pensando en jubilarme – me sorprendo -              Creí que aceptarías la dirección de la clínica – comentó y ella niega con la cabeza. -              Creo que ya es tiempo de retirarme y quiero tener tiempo para los nietos que van a darme – responde divertida -              Mamá – digo de la misma forma – no novio tengo, mi abuelo, tíos y Romeo me espantan a todo aquellos que se me acercan. -              Eres lo más valioso que ellos tienen – responde y yo ruedo los ojos - ¿te gusta alguien? -              No tengo tiempo para eso mamá – respondo tomando su mano – cuando no estoy en un avión, estoy en juntas de la empresa. -              Yo trabajaba treinta y seis horas seguidas – dice y yo sonrío al ver como sus ojos brillan cada vez que habla de mi padre – y aun así aquí estás. -              Voy a pensarlo – digo y ella niega con la cabeza mientras sonríe. – voy a ducharme, pero quiero que sepas que decidas lo qué decidas yo voy apoyarte, solo no quiero que estés tanto tiempo sola. – beso su frente y ella me sonríe. -              Estaré bien – dice sonriente mientras me levanto – ¿quieres algo especial para desayunar? -              Lo que tú quieras madre – respondo entrando al cuarto de baño, me doy una ducha tranquilamente para luego ir al closet donde elijo algo para ponerme. Opto por un pantalón n***o de tela que se ciñe a mi cuerpo de una forma espectacular y una blusa café claro, maga larga, sin ningún tipo de escote y con un nudo en el cuello. Me maquillo acorde a mi atuendo, me aliso el cabello para luego hacer hondas en las puntas. Elijo unos tacones negros y bolso del mismo color, los tomo en mis manos y bajo a la cocina donde ya se encuentra Romeo desayunando. -              Bueno días – saludó abrazándolo y besando su mejilla. - ¿Por qué no me levantaste para ir a correr? -              Quería que descansaras, estabas agotada – responde poniendo sobre la mesa un estuche de terciopelo azul rey. – te compré un detalle. -              No es mi cumpleaños – respondo sentándome a su lado. -              Nunca he tenido un motivo para darte un regalo – dice encogiéndose de hombros y sé que es verdad, desde niños él siempre me da detalles sin razón alguna. Solo que a medida que crecimos los regalos aumentaron de precio. Mientras Tania la encargada de la casa me sirve el desayuno abro el estuche encontrándome con una hermosa pluma negra con detalles plateados y con mis iniciales. -              Es hermosa – lo abrazo y beso su mejilla – deberías conseguir novia para que la consientas de la misma forma. -              Jamás te cambiaria – responde mientras nuestros padres entran en la cocina. -              Hola tío – saludó cuando él besa mi frente. -              Buenos días princesa – dice sentándose a mi lado. -              Ya no soy una niña – respondo y él ríe. -              Podrás tener los años que quieras y siempre serás nuestra princesa – responde abrazándome y yo ruedo los ojos. Desayunamos entre risas y platica trivial hasta que llega el momento de irnos, así corro a mi habitación a cepillarme y luego vuelvo a la cocina donde me calzo mis tacones. Nos despedimos y salimos a la entrada donde ya se encuentra el auto favorito de Romeo. Nos subimos y en segundos pone en marcha el auto, mientras conduce tomo el IPad para verificar mi correo electrónico y noto que tengo uno de la aerolínea que decido responder más tarde. Continuó revisando mi agenda de vuelos de lo que resta del mes y la agenda de la empresa, de repente siento que el auto se detiene. -              Aun no hemos llegado a la empresa – digo viendo por la ventana que estamos frente a un Starbucks. -              Quiero un espreso doble – dice divertido -              Como guste jefe – respondo de la misma forma poniéndome mis lentes de sol y el billete de cien dólares que me extiende para luego salir del auto. Camino rápidamente al interior de la tienda y agradezco que esté casi vacía, me paro a la fila mientras decido que voy a pedir. De repente siento como la piel se me eriza. -              Te cambio el traje por un café – una profunda y muy sensual voz me dice al oído haciendo que me tense.
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